Sencillo, amable, con la timidez de quien no está acostumbrado a ver su nombre escrito en letras de molde, y mucho menos su foto publicada en un diario, Marcelo Bautista Oro llegó hasta la redacción del diario. "El hombre de la nota soy yo", se presentó. A ritmo lento, confirmó la versión de Cinthia Soledad Oro publicada la semana pasada: Hace 10 años que padre e hija no se ven y dos que no tienen contacto alguno.

"Me llamó un montón de gente para decirme que había salido en el diario", cuenta Marcelo, que estaba de viaje cuando se publicó la nota de su hija pidiendo tener novedades de él. "Primero lo leí, después miré la foto y se me corrieron las lágrimas", admite este hombre que vive en una modesta finca en Angaco, junto a sus padres Zulema y Angel Bautista.

Cinthia vive en Buenos Aires con su mamá. El trabajaba en la vieja bodega Resero y era compañero del hermano de Nélida. Surgió el amor, vino Cinthia. Después de un tiempo la pareja no funcionó y se separaron. Fue entonces que este sanjuanino partió a Puerto Madryn, donde vive Angel, uno de sus cuatro hermanos, a probar suerte. Luego, la oportunidad lo llevó a ser asistente de camionero y la ruta se volvió su rutina. Sin rumbo fijo, Marcelo no volvió a formar familia. Hace algunos años su padre, el abuelo de Cinthia, sufrió dos embolias y Marcelo volvió a la casa paterna para cuidar a don Angel.

Luego de algunos años, Marcelo perdió contacto con Cinthia, quien lo había visitado en la casa de Angaco un par de veces, como hace diez años. "Una vez le mandé una carta y me la devolvieron diciendo que la dirección no existía", cuenta este padre que nunca se olvidó de su hija y siente que debe pedirle perdón. "¿Qué le diría?. A lo mejor que perdone a este padre porque no la buscó antes, que no la llamó, que intentó comunicarse y después no volvió a insistir", dice afligido.

"Si ella puede venir, me encantaría verla. Yo no me puedo mover, tengo que atender a mis padres", dice Marcelo y no puede evitar que los ojos se le humedezcan. Es que todavía quizás esté sorprendido por descubrir que pese al tiempo y la distancia, el lazo padre-hija permanece intacto y que algo tan lejano a su cotidianidad como Internet le ayudó al reencuentro.