Usar menos papel y digitalizar todo lo que se pueda son dos conceptos que predominan a nivel global. Desde 2011, al menos, el mundo de la impresión ha sido atravesado por estas tendencias, con importantes bajas en el negocio.
 

En este sentido, la cámara digital ya había comenzado a modificar los hábitos de los usuarios. Y después llegó el smartphone: una cámara y un álbum de fotos en el bolsillo. Ya se habla de "postfotografía", un término del fotógrafo español Joan Fontcuberta. En líneas generales -y con cierta ambigüedad en las interpretaciones- refiere a la masificación de las imágenes en la "era de la selfie ". ¿Qué sucede con los miles de fotos que tomamos cada año? ¿Y cuántas de esas fotos imprimimos?
 

La impresora se conecta a través de Bluetooth al smartphone, y una aplicación permite elegir fotos de la galería o enlazar con Facebook, Instagram o Google. El editor tiene diferentes filtros para las fotos. Permite sumar texto y autoadhesivos virtuales, recortar la imagen y hacer un balance de colores. La impresora no usa tinta sino papel Zink (como el las cámaras instantáneas que hace Polaroid hoy): no usa tinta, por lo que no hay cartucho que se gaste. El papel cambia de color gracias al calor. Las hojas son de 5 x 7,6 cm (2 x 3 pulgadas).
 

La impresora es compatible con Android (desde versión 4.4) y iOS (desde versión 8.0), vale US$ 130 y cada pack de 20 hojas tiene un precio de 10 dólares (en EE.UU.). Está disponible en rojo, blanco y negro, y en agosto de este año llegará a la Argentina.