Según un informe de Unicef de 2014 sobre la deserción escolar, el 90% de los niños con discapacidad en el mundo no asisten a escuelas, o sea, 9 de cada 10. Desde una mirada economicista, la Unesco reveló que el impacto del PBI del costo del analfabetismo en el curso de la vida laboral es muy alto: la pérdida de productividad en ciertos países como Ecuador y la ciudad de San Pablo en Brasil es equivalente a US$ 25 billones y US$ 209 billones respectivamente.
 

Pablo Kaplan y su socia, Chava Rotstein, no conocían estas cifras al momento de embarcarse en un proyecto humanitario que cambiaría su rumbo. Vivían en Suiza cuando la idea empezó a tomar forma: "Decidimos que queríamos hacer una tarea humanitaria a nivel mundial. Yo tenía las ganas de crear una silla de ruedas económica desde hace varios años", dice Kaplan desde Israel.
 

Por temas laborales, este argentino radicado en Israel dedicó gran parte de su vida a viajar por el mundo. Su paso por China, India y diversos países africanos lo impulsó a entrar en contacto con las culturas locales y, en las naciones de menor desarrollo, detectó una falencia: la marginación de la educación infantil, que se potencia aún más en niños con discapacidades que no tienen acceso a una silla de ruedas y que, en consecuencia, no pueden llegar a la escuela.
 

Sin embargo, el proyecto preliminar que nació en enero de 2013 y que presentaron en la Organización Mundial de la Salud en Ginebra, no tenía definido un destinatario, hasta que los datos que les proporcionaron los guió hacia el objetivo actual: "Nos dijeron que si queríamos tener un impacto doble debíamos empezar con niños para solucionar dos problemas: la movilidad y el acceso a la educación", afirma Kaplan.
 

El primer modelo fue hecho en impresión tridimensional en conjunto con un hospital pediátrico de Jerusalén en 2014 y financiado con sus capitales y una bonificación del gobierno de Israel para el desarrollo de productos para el Tercer Mundo. Las pruebas eran determinantes: niños discapacitados utilizaron las sillas de ruedas durante un año y medio y las fueron perfeccionando en función de las necesidades de los chicos.