Existe un trastorno que afecta el deseo sexual y se da especialmente en la mujer: la anafrodisia (también llamada frigidez o anorexia sexual). Este es un trastorno propio del mundo femenino consiste en la falta crónica de interés en el sexo. La situación puede desembocar en grandes angustias y, por ende, resquemores en las relaciones humanas y, obviamente, sexuales. 

La anafrodisia se relaciona con la dispareunia (malestar e interrupción en la intimidad) y el deseo sexual. Según los profesionales, es común que la libido de la mujer cambie a lo largo de su vida: “No va a ser el mismo deseo sexual de cuando es joven que cuando es madre, por ejemplo; ya que no es que pierde el interés, sino que su mente se enfoca en otra cosa”, comparte la psicóloga Laura Giménez.

Por otro lado, el trastorno en cuestión, genera también malos momentos, “tan así que al mantener relaciones sexuales, la mujer puede sentir dolor, por lo tanto no disfruta del acto sexual”, añade Sara Laguna Bonilla, psicóloga cognitiva conductual. 

El deseo sexual de la mujer pasa por muchos estadios, puede tener elevada su libido pero así también puede bajar abruptamente: “Esto se debe a que el estrés emocional, así como los cambios hormonales, repercuten en las mujeres en el deseo -o no- de mantener relaciones sexuales”, dice Giménez.

Ahora, cabe destacar que el llamado de alerta de este trastorno es cuando a la falta de deseo sexual se le suma la angustia. “Esta disfunción sexual es más común de lo que se cree”, comenta la psicóloga. Afecta a muchas mujeres (una de cada diez) y puede presentarse a cualquier edad, lo que hace pensar que todas -o la gran mayoría- de las mujeres han atravesado en algún momento esta disfunción sexual; aunque “existen mujeres que lo sufren de manera crónica”, añade la profesional.  

Esta situación angustiante, tanto para la mujer que lo sufre como para su pareja, tiene su desencadenante en diversas causas (psicológicas o emocionales); pero, a pesar de ellas, puede tratarse adecuadamente para no solo dar con las razones, sino también mejorar la vida sexual de la paciente.

Algunos de los caminos para paliar dicho trastorno tienen que ver con “las técnicas de terapia sexual así como el afrontamiento de la ansiedad que la genera”, dice Laguna Bonilla. O sea: “el  manejo de la ansiedad y de la atención. Porque muchas veces lo que pasa con estas personas es que anticipan el malestar, dolencia o imposibilidad de mantener el acto sexual”, completa la psicóloga.  

Lo que aconseja la profesional es hacer hincapié en la denominada “atención plena”; o sea; “estar consciente en el presente, en lo que se está haciendo; estar atento a las sensaciones físicas, para no darle lugar a la mente que se aleje del momento que se vive y se vaya a esos pensamientos relacionados con el dolor, la incomodidad y demás”.

Tengamos en cuenta que la anafrodisia puede estar asociada por fuertes factores emocionales y psicológicos que afectan directamente a la mujer generando ansiedad, depresión, estrés y baja autoestima. También puede darse luego de actos de abuso físico y sexual, así como por problemas nunca resueltos (o mal resueltos) en la pareja que provoca del mismo modo esta disminución significativa en el deseo de mantener relaciones sexuales. 

¿Cómo es que nos damos cuenta de la presencia de este trastorno? “Porque se pierde el interés por el sexo y esta situación le genera una fuerte angustia”, dice Giménez. Y, como cada mujer experimenta su sexualidad de maneras diferentes: “Hay que cuidar de no caer en este diagnóstico por el simple hecho de no mantener relaciones. Cada caso merece un acompañamiento profesional”, agrega. 

Si esta situación se mantiene de manera crónica, “se termina por evitar todo tipo de contacto sexual. Son trastornos que se cursan con dolor durante el acto sexual y, en su mayoría, vienen dados por temas de ansiedad, la falta de deseo se da por este tema de la ansiedad”, afirma Laguna Bonilla.

Y si bien los especialistas pueden realizar su gran aporte ante este trastorno, lo cierto es que es importante reforzar el autoestima de la mujer, así como ayudar a la pareja a sentir confianza y expresar sin miedos las preocupaciones y necesidades que se tienen en el momento, para poder responder a ellas de manera consciente y como se debe, “en pareja”.  


Fuente: Los Andes