Corpiño, sostén, sujetador, brassier. Sus denominaciones cambian dependiendo de la región, pero la función es siempre la misma. Probablemente sea una de las prendas más odiadas de la indumentaria femenina y, poco a poco, muchas mujeres comienzan a liberarse de ella.

Comodidad, empoderamiento y aceptación del cuerpo tal cual es son algunas de las razones por las cuales ellas le dicen ¡chau!

Soledad de los Santos, decana de Ciencias Aplicadas de la Universidad Siglo 21 y diseñadora de moda, explicó que “hay mujeres que ideológicamente deciden abandonar su uso, otras por comodidad o costumbre lo siguen adoptando y, seguramente, haya otras a las que se les dificulte dejar de usarlo por una cuestión relacionada al peso del busto o simplemente porque les gusta remarcarlo”. En ese sentido, expresó: “Lo importante para mí es la libertad de elección. Independientemente de que se masifique o no.”

A modo de ejemplo, rememoró que “durante la revolución francesa hubo un movimiento denominado ‘Sans Cullotes’ (sin calzones), que representó a las izquierdas revolucionarias en 1789 y, en ese momento histórico, la utilización o no de esa prenda representaba pertenecer a una clase u otra”.

Mucho más acá en el tiempo surgió el movimiento “Free the Nipple” (Libera el pezón). El mismo se dio de la mano de la activista y cineasta Lina Esco y repudia la condena que se da a la exposición de los pechos de la mujer, al contrario que la exposición del torso del hombre. Esta campaña pretende eliminar las tendencias de la sociedad de sexualizar la parte superior del cuerpo de las mujeres.

Al respecto, de los Santos opinó: “Me parece que el movimiento es mucho más profundo que la utilización o no de una prenda como el corpiño. El movimiento aboga por el empoderamiento de la mujer y la libertad de género y todo lo que ello representa en este contexto socio-cultural”.

Victoria tiene 37 años y siempre le resultó difícil conseguir un corpiño que le quede cómodo. Poco busto y muchas espalda por haber practicado deportes cuando era pequeña le complicaban la cuestión. “Me lastimaba, si me iba bien de busto, me apretaba de espalda”, aseguró.

Así comenzó el camino hacia otras opciones: “A mis 30 empecé a usar lo que me iba cómodo, corpiño estilo top sin ganchos ni nada. Un poco para que sostenga, un poco para que cubra, ya que no me sentía cien por ciento cómoda con no llevar nada. Visualmente no me gustaba ver mis tetas sueltas, o tener que soportar miradas”.

Hoy ya dio un paso más y son cada vez menos las ocasiones en que lo lleva. “En invierno directamente no uso, en verano empiezo a usar pero sigo con los corpiños sin aro, sin hebilla, o musculosas. Justo esta semana que pasó compré dos a una diseñadora independiente que encima lo modificó para mí. Eso para mí es la gloria”, detalló.

Además de la justificación netamente física, para Victoria es una cuestión ideológica. Según ella, el corpiño “una imposición del patriarcado”. En ese sentido, sostuvo que “es más funcional para la sociedad patriarcal que para las mujeres”. Y añadió que lo que se espera de los pechos es “que se vean bien, parados, firmes y tapados. Pero en la intimidad que sean de quien los desee, o en las tapas de revistas, para vender. Ahora, no vayas a sentirte cómoda en la calle porque no te lo vamos a permitir”.

Julieta tiene 33 años y está a punto de decirle adiós para siempre al corpiño. “Adentro de mi casa no uso jamás, sólo lo uso para salir. Y como trabajo en mi casa, es cada vez más frecuente no usarlo”, anticipó.

Uno de los factores que la empujó a esta decisión es una contractura muscular en la zona del omóplato. La dolencia, que se da justo en la zona de la hebilla y en los hombros, la empujó más aún a prescindir de la presión de elásticos y breteles.

“Sin embargo, el punto estético siempre es controvertido”, admitió Julieta. “Si no lo uso en verano, siempre siento que me miran más, que lo tipos se dan cuenta, que se marcan los pezones. Si salgo sólo con mujeres, es posible que salga sin corpiño. Si hay varones, me lo pongo”, agregó.

Respecto a la funcionalidad, la joven cree que no puede “negar que queda más linda la figura y más armado el busto”. “No tengo 19 y a pesar de no tener hijos, el cuerpo cambia”, admitió.

Julieta no es la única de su entorno que prefiere sentirse más suelta: “Otras mujeres también me alentaron a andar sin corpiño por la vida: “Mi jefa, con cerca de 70 años, cada vez que llegaba a la oficina se lo sacaba. Éramos todas mujeres. Y mi mamá en casa también. Siempre me decía, ‘Julieta, no sé como aguantas el aro y el armado’. Y ahora la entiendo”.

Por último, destacó las nuevas posibilidades para los días en que sí decide usar esta prenda: “Casualmente, el otro día fui a comprar ropa interior y vi que las marcas están sumando opciones sin aro, sin taza armada, tipo triangulito. Y lo celebro, porque hace dos años vengo comprando juveniles para todos los días y con encaje para salir y no había gran oferta”.

Los movimientos feministas siempre estuvieron acompañados de quemas y sueltas de corpiños, desde 1968 en los Estados Unidos (en el marco de la elección de Miss América en New Jersey) hasta la protesta local de este año en defensa de Bianca, una estudiante argentina a quien la directora de su colegio de Villa Urquiza reprendió por no llevar esta prenda a la escuela. La sociedad avanza y los usos y costumbres van dejando de imponer normas, los cuerpos femeninos se van liberando, pueden elegir, no importa cuánto condenen las miradas ajenas. 

Fuente: Clarín.-