La tragedia los sorprendió con lo que menos se espera cuando se es padre: un accidente, una enfermedad, una fatalidad, entre otras causas que en definitiva poco importan en estas circunstancias, les hizo perder un hijo. Y a partir de entonces, empezaron las preguntas sin respuestas y los dolores sin consuelo. En lugar de pasarse días enteros llorando, un grupo de matrimonios sanjuaninos que tuvo la infeliz coincidencia de ver morir a un hijo, decidió compartir sus experiencias y buscar ayuda en una palabra de otro alguien que pasó por lo mismo, un abrazo o una mano en el hombro, un momento de silencio. Así nació el grupo Renacer San Juan, hace exactamente 15 años atrás.

Este espacio común de matrimonios -que se define como grupo de ayuda mutua y no autoayuda- tomó como base una entidad similar surgida en Río Cuarto (Córdoba) en 1988, a partir de la iniciativa de Gustavo Berti y Alicia Schneider, a quienes se les murió su hijo Nicolás, en un accidente de tránsito cuando tenía 18 años.

Para conmemorar un aniversario más del grupo en San Juan, sus integrantes decidieron hacer públicas su estrategia para superar el dolor: compartir la experiencia por medio de la palabra. Tan es así que el próximo sábado harán un encuentro de puertas abiertas (ver Para agendar).

"La charla es abierta a todo público. Especialmente para aquellos que pasaron por la triste experiencia de perder a un hijo, lo que es una pérdida única e irreparable. Nuestras intenciones no son sembrar falsas expectativas porque desgraciadamente nadie puede devolverles al hijo que ya no está con ellos, sino que pretendemos que quien concurra se vaya con un sentimiento de esperanza y de fe en la vida. Que salgan con un "si se puede", como frase para seguir adelante, que puedan trascender el dolor y convertirse en mejores personas, en seres más solidarios, fuertes y comprensivos que valoran lo vivido y lo que tenemos y que fundamentalmente puedan ayudar a otros", explica Griselda Sisterna de Maratta, una de la integrantes del grupo que lejos está de ser solo un espacio para llorar.

Según cuenta Griselda en sus reuniones, cada papá y cada mamá que concurre (solos o acompañados por otros familiares), puede hablar de lo que le pasó y siente o no. Se respetan sus tiempos y sus ganas. No cuentan con ayuda profesional de ningún tipo, sino que basta la palabra del otro.

"La muerte de un hijo es algo desesperante ya que ningún padre está preparado para semejante dolor. Esto provoca una situación de crisis existencial severa, que es difícil de superar pero que con el tiempo y con todo el amor del mundo por ese hijo, se puede salir", resume la mujer.

Renacer no es un grupo religioso, ni seguidor de ninguna secta u orientación política. Tiene sus puertas abiertas, para todo el que necesite contención ante la desgracia.