En la búsqueda de un estilo de vida saludable, la alimentación juega un papel fundamental. Sin embargo, para muchos, la planificación de las comidas puede resultar abrumadora y confusa. ¿Cómo podemos asegurarnos de obtener todos los nutrientes necesarios y mantener un equilibrio adecuado en nuestra dieta diaria? La respuesta radica en el diseño de un menú semanal equilibrado.

Elaborar un menú planificado de manera inteligente no solo nos brinda la tranquilidad de saber qué comeremos durante la semana, sino que también nos permite tomar decisiones más conscientes sobre nuestros alimentos, evitar tentaciones y maximizar nuestra ingesta nutricional. Pero es indispensable tener muy presentes ciertos puntos clave.

5 consejos para crear un menú semanal equilibrado

Al organizar tus comidas y meriendas, debes hacer todo lo posible para obtener una variedad de nutrientes esenciales, como proteínas, carbohidratos, grasas saludables, vitaminas y minerales. Y ya que puede ser una tarea compleja, en la actualidad existen empresas que pueden ayudarte a planificar un menú semanal equilibrado y enviarte los ingredientes frescos para su preparación.

Estas son algunas recomendaciones para diseñar tu menú semanal.

1. Evalúa tus necesidades individuales

Cada persona es única y tiene diferentes requerimientos alimenticios. Factores como la edad, el sexo, el nivel de actividad física y las condiciones de salud influyen en las necesidades nutricionales individuales. Así que considera consultar a un profesional de la salud, como un dietista registrado, para obtener una evaluación personalizada y recomendaciones de recetas.

Según una publicación de la Escuela de Salud Pública de Harvard, para que un plato de comida saludable tenga todos los nutrientes diarios necesarios, lo deben conformar:

- 50% verduras y frutas: como tomate, zanahoria, pepino, rúcula, espinacas, brócoli, pimientos, champiñones, lechuga, manzana, etc. 

- 25% proteínas: como pollo, pescados, huevos, lácteos y sus derivados, o si prefieres garbanzos, soja, lentejas, frijoles y alubias. Limita las carnes rojas, el queso y los embutidos.

- 25% granos integrales: como cebada, trigo, quínoa, avena y arroz integral. Evita el pan blanco, arroz blanco y otros granos refinados que tienen efectos en el azúcar en la sangre y la insulina.

2. Diseña tu menú semanal equilibrado

Tener una dieta balanceada y saludable no quiere decir que se dejarán de lado las recetas deliciosas y los bocadillos ocasionales. Sino ser conscientes de la manera en la que nos alimentamos y cómo podemos sacarle el mayor provecho para tener una excelente nutrición. Así que al momento de crear tu menú, asegúrate de incluir alimentos de los principales grupos en cada comida.

Acorde con información de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, toda dieta saludable lleva entre sus ingredientes frutas, verduras y hortalizas, leche y derivados, carnes y embutidos, pescados y mariscos, huevos, legumbres, cereales y frutos secos.

3. Planifica y organiza las recetas de la semana

Luego de que hayas diseñado tu menú semanal con las preparaciones que deseas realizar, planifica una ida al supermercado para comprar todos los ingredientes necesarios. 

A su vez, procura adaptar tu menú a tu estilo de vida y horarios específicos. Si tu tiempo es limitado durante la semana, considera dedicar un día a la preparación por lotes. Cocina en grandes cantidades y divide las porciones en recipientes individuales para refrigerar o congelar. Esto te permitirá tener comidas listas para consumir y te ahorrará tiempo en la cocina.

4. Inspírate con deliciosas recetas en línea

Tener una dieta saludable no es sinónimo de comidas aburridas. En Internet podrás encontrar una gran cantidad de preparaciones con un correcto balance de los grupos alimenticios. A continuación, encontrarás ejemplos de recetas y meriendas que puedes incorporar en tu planificación semanal:

* Desayunos

- Café con leche, tostadas de palta y huevo.

- Tazón de yogur con frutas frescas y granola.

- Avena con nueces, semillas de chía y plátano en rodajas.

- Jugo de fruta, tortilla de claras de huevo con espinacas y tomates cherry.

- Batido verde (mezcla de espinacas, banana, leche y mantequilla de almendras).

* Almuerzos

- Ensalada de quinoa con pollo a la parrilla, espinacas, pepino y aderezo de limón.

- Sopa de lentejas con verduras mixtas y pan integral tostado.

- Wrap de salmón ahumado con aguacate, hojas verdes y tomate.

- Puré de papa y zanahoria con carne de cerdo.

- Espaguetis napolitanos y pollo al horno con berenjenas asadas.

* Meriendas

- Frutas y jugos.

- Leche con bizcocho.

- Yogur con galletas integrales.

- Palitos de zanahoria con hummus casero.

* Cenas

- Pechuga de pollo al horno con brócoli al vapor y batatas asadas.

- Filete de salmón a la parrilla con espárragos y quinoa.

- Tacos de pollo con tortillas de maíz, guacamole casero y ensalada.

- Ensalada de tomate y queso fresco y tortilla de papa, cebolla y calabacín.

- Crema de verduras y filete de mero con papas al vapor.

5. Escucha tu cuerpo y ajusta el menú a tus necesidades

Evita restricciones extremas para no caer en desequilibrios en la alimentación. Escuchar al cuerpo implica reconocer y respetar los antojos y deseos, siempre y cuando se mantenga una base nutricional sólida. Permitirte disfrutar de alimentos placenteros de vez en cuando puede ser parte de una relación saludable con la comida y promover el bienestar emocional.

En lugar de adherirte a planes de alimentación rígidos, el enfoque debe centrarse en la atención plena y la autorregulación. Esto fomenta una mayor flexibilidad y disfrute al elegir alimentos, reduciendo la culpa y el estrés asociados con la comida.

Fuente: Mejor con salud