Slow Life es una tendencia que surge como analogía del “slow food”, movimiento que surgió en la década de los 80 en Italia, en contra de las cadenas rápidas de comida que estaban abriendo en Roma. ¿Qué buscaba esta corriente? Volver a las bases, comiendo bien y respetando los tiempos del planeta. Desde aquel entonces luchaban por priorizar la producción local, lo natural y la conexión con la alimentación como un momento de pausa, de disfrute y de energía. 

Cuántas veces sentimos estrés, prisa, dormimos mal, sufrimos de ansiedad, nos sentimos tristes porque tenemos deseos sin cumplir, conectamos con el pasado o el futuro (proyectando) sin conectar con el presente. Parece un tren que no puede frenar, pero lo bueno es que les vengo a contar que hay luz al final del túnel: bajarse del tren de la locura es posible. Eso sí, implica esfuerzo y determinación.

Teniendo en cuenta algunos consejos y empezando de a poco sin abrumarnos, es viable conectar con nuestra realidad de manera más amable, buscando un mayor equilibrio hacia la vida que realmente queremos tener. ¿Te preguntaste esto alguna vez? ¿Cómo es la vida que querés tener hoy? Nuestra relación con la tecnología, con nuestro trabajo, con la plata, con el consumo desmedido puede mejorar.

Con responsabilidad y estos tips se puede comenzar:

1.        Madrugar y no correr. 

Tomate tiempo para despertarte temprano y hacer todo lo necesario antes de arrancar a trabajar: desayunar, caminar, mover el cuerpo, hidratarte, aseo personal, agradecer.  

2.        Dormir bien. 

No solo implica las famosas 8 horas. Dormir en un espacio cuidado, sin ruidos ni luz molesta, evitando irte a dormir con el teléfono celular. Dato de color: los despertadores de la época en la que no existía el celular están a muy buen precio y evitás ver la pantalla como última acción del día.

3.        Slow food: comer bien. 

Mucho para decir acá pero tené en cuenta: cociná -es amor por vos mismo, hace bien, es creativo, y es falso que si cocinás, tenés que estar mil horas adentro de la cocina. Otro tip: comprá local, evitá productos procesados y organizá tu semana. Te cuento un secreto para tu bolsillo: los productos de estación son más baratos en la verdulería.

4.        Practicá Yoga, meditación o respiración. 

O todo junto porque, ¿por qué no? Mové el cuerpo al levantarte o en cualquier momento del día. Estiralo, despertalo y tratalo bien. Conectar con el cuerpo más allá de lo estético nos hace siempre bien. 

5.        Slow cities: disfrutá tiempo al aire libre. 

Podés organizarte para trasladarte caminando cuando estás en la rutina diaria. También podés conectar con la naturaleza buscando lugares nuevos para conocer al aire libre en tu ciudad. 

6.        Conectá con el presente. 

Cuando comés, comé. Cuando leés, leé. Cuando estás con amigos y familia, disfrutalos. No estoy en contra del teléfono, pero sí del uso desmedido del mismo. Nutrite de tus afectos: tener charlas profundas, lindas, y poder disfrutar de esos momentos, te aseguro que te cambia el día, y posiblemente la energía de la semana.

7.        Ayudate a vos mismo con la tecnología. 

Podés silenciar las notificaciones, dejar en silencio el teléfono, dejar lejos el teléfono un ratito al día para dedicarle tiempo a alguna actividad. Implica esfuerzo, lo sé. Pero lo vale.

Dale un uso positivo a la tecnología : aprovecha a meditar con aplicaciones, o ver videos que te enseñen de temas que te importen o videos con musica que muestre lindos e inmensos paisajes a la vez. Visualmente uno también descansa y se desconecta.

8.        Slow fashion: consumí lo necesario. 

Esto aplica en alimentos, comida, autos, souvenirs, y  demás. Ningún rubro queda exceptuado. No compres demás, y cuando comprás, pensá realmente si lo necesitás. 

Cuando vivimos teniendo en cuenta este estilo de vida slow, nos vemos en la búsqueda de una  vida más simple, más minimalista. Una vida enfocada en las cosas importantes. Bajar un cambio hace que de a poco se filtre en todos los aspectos de nuestra vida.