El objetivo que persiguen es claro: comenzar a funcionar antes de fin de año con un espacio de contención afectiva, espiritual y de cuidados para enfermos terminales adultos y adultos mayores. El lugar disponible, al menos con dos camas, lo tienen en Estados Unidos 88 norte (donde alguna vez funcionó una dependencia de la Iglesia destinada a embarazadas o mamás solas y que hoy les presta el Arzobispado), Lo que faltan son algunos voluntarios más para acompañar o para colaborar con estos "patroncitos", tal como le llaman a los pacientes sin recursos económicos de ningún tipo (esto significa sin siquiera obra social) y sin familia, que serán derivados de centros asistenciales. También necesitan recursos para sostener su obra.

De eso se trata el proyecto "La Casa de la Amistad" que tiene como próxima meta la Fundación Manos Abiertas en San Juan y que para concretarla no necesita más que ayuda local.

La entidad es una sucursal de la Fundación Manos Abiertas surgida por la iniciativa del sacerdote jesuita Angel Rossi. A nivel nacional nació en 1999 y en San Juan desembarcó en el 2003 de la mano de Fernando Conte Grand, un sanjuanino que vivió muchos años en Buenos Aires y que al volver a su provincia natal lo hizo con la entidad solidaria a cuestas. Manos Abiertas también funciona con obras similares en Buenos Aires, Córdoba, Chaco, Concordia (Entre Ríos), Salta y desde el mes próximo con una sede en Mar del Plata.

Desde entonces, esta fundación -que tiene principios católicos pero que no se limita a ellos ni para aquellos que ayuda ni para quienes lo conforman- se planteó la posibilidad de hacer algo que hasta ahora no existía en la provincia y que implicaba "hacer el bien": una especie de hospice. "No será un geriátrico, ni un hospital de alta complejidad. Seremos un espacio que funcione con la ayuda de algunos médicos y enfermeros capacitados, más nuestros voluntarios, para brindarle a aquellas personas que transitan por sus últimos momentos de la vida, un buen vivir y una muerte en paz y con dignidad. Hay que ser muy solidario y tener las cosas claras para poder trabajar con una población terminal que requiere cuidados los 365 días del año". explica Fernando Conte Grand.

Hoy son 70 los voluntarios que brindan su tiempo y aportan algunos recursos económicos. Pero consideran que hacen falta más manos y más aportes económicos para armar los dos primeros dormitorios y a futuro, la propia casa para atender por lo menos a 14 pacientes como proyectan. Como contrapartida, estos colaboradores -una vez que son admitidos, ya que pasan por entrevistas personales- son capacitados y apoyados por profesionales que a modo de taller les hablan sobre el manejo de la muerte y cómo ayudar a quien sufre. "Con este tipo de espacios ayudamos a aceptar la muerte de otro modo, como parte de la vida, especialmente de aquellos que no tienen nada, ni siquiera alguien que los acompañe", agrega Conte Grand, quien no descarta hacerse cargo del velorio y el entierro, tal como hacen otras obras de la fundación madre.