El turismo nudista se consolida en nuestro país y la Costa Atlántica es el lugar elegido por los que prefieren despojarse de la ropa y disfrutar de un verano sin tabúes. Con dos propuestas bien distintas, Mar del Plata y Villa Gesell se adueñaron de este circuito y conquistan a quienes buscan extensas playas alejadas del centro para poder disfrutar del nudismo.

Fiel a su nombre, La Escondida se encuentra casi oculta debajo de los acantilados de más de 6 metros que asoman entre Chapadmalal y Mirarmar, a unos 25 kilómetros de Mar del Plata. Se trata de la primera playa naturista argentina, perfectamente señalizada y la única que ofrece servicios de balneario. En contraposición, Playa Querandí, a pocos kilómetros del faro de Villa Gesell, fue concebida como un espacio agreste y despojado de infraestructura.

Hasta sus formas de acceso son diversas. Mientras que a la primera se puede llegar en auto, moto, bicicleta o colectivo haciendo uso de las pasarelas de madera con escaleras que conducen hacia la arena; a la segunda se ingresa únicamente con vehículos 4×4, caminando 5 km por la costa desde el último parador que hay en Mar Azul o ingresando desde la ruta por un campo privado que cobra $300 por utilizar su camino. Toda una odisea.

"Cada una apunta públicos diferentes. El que viene a Querandí tiene que estar bien equipado y dispuesto a traer todo lo necesario para pasar la jornada bajo sol en un lugar donde ni siquiera hay baños químicos. La entrada principal a la playa y sus límites son hechos a pulmón por los voluntarios que integran el grupo Amigos de la Playa Querandí, que al inicio de cada temporada deben trabajar contrarreloj para volver a montar las instalaciones arrasadas por las tormentas y las sudestadas", explicó Florencia Brenner, socia fundadora de la Asociación Para el Nudismo Naturista Argentino (Apanna).

Como esa playa se encuentra en la Reserva Ecológica del Faro Querandí no puede ser concesionada. "Tampoco puede tener construcciones que dañen la flora y la fauna autóctona y como nosotros somos una asociación sin fines de lucro tampoco nos prohíben ofrecer servicios de playa, como carpas y sombrillas", contó Brenner.

Tanto en Querandí como en La Escondida el nudismo es opcional, se rigen por estrictas reglas y un código de convivencia sexual para garantizar la armonía entre los visitantes. No se permiten mascotas ni vendedores ambulantes, está prohibido sacar fotos, aconsejan mantener un distancia prudencial entre los grupos de nudistas y castigan con la expulsión a aquellos que tengan conductas inapropiadas de índole sexual. "El nudismo es algo serio. Si bien cada uno lo vive a su manera, se trata de no incomodar al otro", remarcó Brenner.

Pero está claro que hay excepciones a la regla y son muchos los que asisten a estas playas "de levante". En La Escondida es vox populi que en el bosque que se encuentra afuera del parador o en las cuevas de los acantilados se dan cita hombres y mujeres para concretar las fantasías sexuales que surgen con esta movida nudista.

Jorge Olivero, un marplatense de 57 años que practica el nudismo desde hace 10, recordó que la segunda vez que fue a esa playa le hicieron una propuesta indecente que lo descolocó por completo. "Se me acercó una pareja y me dijo quería tener sexo grupal conmigo. Al principio me negué pero al rato fui a buscarlos. Esa fue mi primera experiencia en una playa nudista", dijo Altamirano.

Aunque el perfil de los visitantes supera -en promedio- los 40 años, en los últimos cinco años el público se diversificó y hoy es visitado por familias y grupos de jóvenes. De todas maneras,la mayoría coincide en 6 de cada 10 se anima al desnudo total.

"La gente grande se acepta más. Los jóvenes tenemos más mambo con nuestro cuerpo, nos preocupamos más por la imagen que ellos. Hay muchos hombres que no se animan a desnudarse porque se creen que tienen que ser súper dotados para ir a una playa nudista. Lo mismo pasa con las chicas, que se piensan que no tienen que tener un gramo de más para andar sin malla", señaló a Infobae Lucas Méndez, de 33 años, quien suele concurrir con su pareja y esporádicamente con el hijo de ella. Eso sí, está en contra del libertinaje playero: "Creo que es confundir el nudismo con el sexo. A mí eso no me va".

Pero también están aquellos que no se animan a desnudarse porque tienen miedo de tener una erección al ver gente desvestida. En las reglas básicas del naturismo se explica que cuando esto sucede no debe tomarse como una ofensa, siempre y cuando no se haga ostentación. Una toalla estratégicamente colocada, una zambullida en el mar o ponerse a tomar sol boca abajo permiten zafar del momento incómodo y seguir disfrutando sin sonrojarse.

Muy diferente es la mirada de quienes buscan excitación sexual. Situaciones así deben ser inmediatamente denunciadas a los responsables del lugar, quienes los alertan sobre el cumplimento de la ética naturista o le pedirán amablemente que se retiren.

Aunque Sandra Bach, de 38 años, es una nudista experimentada; la semana pasada fue la primera vez que visitó La Escondida. Llegó sola, armó su carpita cerca del mar y se liberó completo. Pero el lugar no resultó ser lo que esperaba. Le llamó la atención la presencia de gente vestida o chicas apenas con las lolas descubiertas. "No va el topless. Somos nudistas. De hecho solo vi a cuatro mujeres desnudas, conmigo cinco. La gente reprimida o que está explorando de qué se trata el nudismo no me va", opinó sin tapujos al ser consultada por este medio.

El porcentaje de gays que asisten a las playas nudistas argentinas es similar al de heterosexuales, y también se visualiza una cantidad importante de extranjeros. "Nuestras playas atraen a muchos veraneantes brasileños, franceses y alemanes que buscan sofisticación y amenities. Y en menor medida a jóvenes mochileros que se alojan en campings y que quizás se sienten más a gusto en la Playa Querandí", explicó Brenner.

Juliana R., de 31 años, y su novia son habitués de Villa Gesell y siempre hacen temporada en Querandí. "Hasta allá no llega cualquier curioso. Es realmente gente que disfruta del nudismo. Es una playa que tiene unos 200 metros de extensión y a la que va poca gente. Por día llegan unas 40 personas y el 7o% es nudista", remarcó.

Conscientes del atractivo que genera el turismo nudista argentino a nivel internacional, Apanna se encuentra en tratativas con el municipio de La Costa para abrir la tercera playa naturista. "Ya le elevamos la solicitud al intendente y al Concejo Deliberante. El lugar estaría entre San Clemente y Las Toninas y apuntamos a que sea un término medio a la oferta actual. Con suerte, en la temporada 2020 podríamos llegar a inaugurarla", concluyó Brenner.