Señor director:


Permítame despedir a una gran amiga que el día 8 de diciembre pasado, se bajó del tren de la vida en su estación final. Dejando un asiento vacío en nuestro tren en el de cada uno que la conocimos. Doña Olga era una mujer muy valiosa, de una fe inquebrantable, de una memoria prodigiosa, que yo admiraba, y cocinaba delicioso. Hizo lo que pudo cuando en la mitad del camino se bajó del tren su amado Marcelo, dejándola sola con sus niños a seguir la vida. Crió muy bien a sus hijos Oscar, Carlitos, Nelly, Carmela y Marcelo Fabián. Fue una abuela magistral, muy cabal y laboriosa. Amiga de mis padres Demetrio y Celia, por lo que formó parte de mi tren de la vida desde siempre. Como adelantó su viaje y desembarcó en la estación final quiero decirle que en nuestra mesa, en nuestra vida, en nuestro corazón deja un asiento vacío, adiós doña Olga. Siempre la recordaremos y nuestros hijos también.