Eduardo Arolas fue un adelantado del tango. Se puede decir que lo acompañó desde sus albores, allá por el 900. En 1909, se fue hasta la Boca. Allí donde abundaban los boliches enfervorizados con la naciente música ciudadana. Ubicó a Francisco Canaro y le hizo escuchar los compases de su primera obra: "Una noche de garufa''. Arolas tenía 17 años y ya perfilaba lo que sería su corta existencia dedicada al tango y a la noche porteña. La compuso de oído, pues no sabía nada de solfeos y pentagramas. Canaro le hizo la parte correspondiente al violín y contribuyó a consolidarla para siempre.


Hijo de inmigrantes franceses, nació en 1892, y se fue curtiendo en los remezones de la política, profusa; en constantes asonadas por esos años, sus caudillos, punteros y matones de cuchillo rápido. También de la pléyade de inmigrantes que bajaban de los barcos, y guarecían sus primeros asombros en el hotel precisamente llamado "de los inmigrantes'', y después esparciéndose en los conventillos. Estamos hablando de la cuna de una nación, que ya mezclaba entre sus hijos a criollos, negros, gringos, y esa música que acabaría por ponerle un sello al país que palpitaba en el Cono Sur de América. En ese ambiente se formó Arolas, de virtudes innatas para la guitarra, primero y el fuelle, después. Pero sobre todo para la composición. A pesar de vivir apenas 32 años, dejó una obra vasta y de alta calidad, que influyó en otros autores y fue un motor en la consolidación del tango.


Obras perennes, como "Derecho viejo'', "Lágrimas'', "Retintín'' y "Catamarca'', entre un centenar más, se constituyeron en la base fundacional del tango moderno. Se lo considera junto a Gardel como un forjador de esa línea. A poco que se puso a estudiar, multiplicó su prolífica obra y entre 1913 y 1916 compuso tangos inmortales como "La Guitarrita'', "Rawson'' y "Fuegos artificiales''. Cuenta su biógrafo, Ricardo García Blaya, que en 1918 fue requerido por el director de orquesta Roberto Firpo, para actuar en el cabaret "Armenonville'', de Palermo. Al poco tiempo armó su propia orquesta, que era distinta a las demás, por su "marcación rítmica - al decir de Héctor Ernié - mucho más elástica y con mayor vuelo musical''. Pero no todo fueron rosas en la vida de Arolas. Se enamoró perdidamente de una mujer que terminó engañándolo con su hermano mayor. Eso lo llevó al alcohol y a "la filosofía cruel de no pensar más en mi'', como dice el tango de Discépolo. El lunfardo "Garufa'', que utilizó en su primer tango, significa alegría, diversión, la que Arolas se procuró en las largas noches de Buenos Aires y Montevideo, donde vivió para estar alejado de aquel gran amor. Murió en París, en 1924, con 32 años, enfermo y alcohólico, dejando escrita su última obra "Place Pigall'' y para meterse definitivamente en el alma de los que amamos el tango.