"Este es un inolvidable recuerdo de mi dorada juventud. Hermosa época cuando al impulso de mis diecisiete primaveras, me parecía todo tan bello. Vivía, como todo joven, deseoso de descubrir lo que era el amor, enamorado de todas las pibas. Así fue que recuerdo entre tantos momentos, esta hermosa anécdota de uno de mis enamoramientos. Fue en el año 1952, cuando era un asiduo concurrente a la plaza de Desamparados, con algún amigo, e iba a contemplar la salida de misa y la consiguiente "vueltita" que se daban las chicas. Como en todo barrio, una calesita giraba en el baldío que estaba entonces en la esquina de San Miguel y Libertador. Y fue que, con mi sana costumbre de enamorarme fácilmente, me fijé en una rubiecita que me fascinó.

Yo me sentía un Rodolfo Valentino mientras ella daba vueltas y reía cuando, de repente, cupido parece que frenó la calesita frente a mí. Por unos segundos quedé como petrificado. Mi corazón golpeaba en el pecho como queriendo salir. Muy cortésmente le pregunté si me daba la mano para bajar y con vergüenza angelical me la extendió. 

Con una sonrisa que hoy, 27 de marzo, que cumplo 87, aún recuerdo. Me dijo "gracias". Le contesté con pudor que no me iba a lavar la mano, porque había tocado un ángel venido del cielo. Le pregunté su nombre y mirando al piso, con su carita roja de vergüenza, me dijo, "Ana", y no la vi más. Durante semanas me duró la ilusión de verla nuevamente, pero todo fue una quimera. Aprendí que a veces nuestros pasos por la vida no son como uno quiere, pero siempre agradecí a Dios, ese hermoso pasaje que me tenía reservado.

Recuerdos de juventud

Esta memoria de juventud, me la hace llegar mi amigo Juan Tapia, el cumpleañero "Golo", que junto a Sohar González, que anda por los 89, son nuestros guías y maestros en el grupo de la esquina colorada. Me escribe que "estoy viajando en el tren de la vida, cómodamente sentado en el vagón de cola. Sigo mirando y pensando cómo fue que pasamos tantas estaciones, que no paré de contar. Creo que fueron 87. No tengo prisa pero imagino que pasaré algunas más. Por curiosidad, le pregunto con respeto al guarda, que parece el dueño de este tren, si sabe cuántas son y muy serio me responde que todavía debo pasar algunas más. Porque este viaje es muy especial, me dice, y nadie puede llegar sin antes dar el paso por la penúltima estación. Ahí tienes que bajar, antes del paraíso terrenal. Me dice que por protocolo, deberé entregar mis antecedentes a un coro de ángeles, que me darán la bienvenida y evaluarán mi trayectoria de tan largo viaje. Deberé contar grano por grano un metro cúbico de arena fina en dos horas. Al cabo, y esto lo determina el jefe de los angelitos, de ser un alma pura, gozarás de las mieles del paraíso terrenal y vivirás eternamente en la gloria. Pero si el ángel mayor considera, junto al grupo de arcángeles, que fuiste pecador, seguirás contando arena y cuando estés por terminar, aparecerá el ángel exterminador y traerá mil metros más, y mil más después, de modo que estarás contando arena eternamente. Moraleja, ¿cómo somos?, ¿adónde iremos?". Así es, querido Golo. Si por nosotros fuera, te auguramos el cielo, pero los de la penúltima estación, según tu visión del más allá, tienen la última palabra. Tranquilo, desde aquí te "haremos pata" para que pases de alguna manera, como cuando te colabas en los casamientos. Feliz cumpleaños.

Orlando Navarro
Periodista
Textos de Juan Tapia
Ilustración: Rodolfo Crubellier