Por Prof. Edmundo Jorge Delgado – Magister en Historia
El viejo Molino de Huaco se encuentra dañado, un hecho lamentable, no sólo para los jachalleros, sino para los sanjuaninos y para los argentinos. Es Monumento Histórico Nacional, lo que refleja su importancia. Dicha construcción hay que preservarla, además representa lo intangible: su historia, su primordial función en una época de bonanza económica en el norte local, con las vinculaciones que ello implica, además simboliza un sinnúmero de antiguas tradiciones. En relación a esto último el mismo Buenaventura Luna escribía un sabroso artículo en 1951.
De este molino brotaba la bíblica harina, cuyo destino se difundía a los cuatro puntos cardinales. Es una estampa grávida de cultura-en sentido antropológico- llena de voces o ‘jachallerismos‘, salidos de una mente genial y acérrimamente criolla. ‘Hacia las prominencias serranas del poniente, aquel molino de piedra de altos alerones en tijera rematados al frente por una cruz de rústicos maderos, parece tutelar-como en una estampa antigua de la cristiandad-la vida siempre igual del agro pacífico y feliz.
A sus atrios y corrales acuden los arrieros de muchos pagos lejanos: vaqueros del Valle Fértil, negociantes en aperías de cuero crudo; hábiles trenzadores de La Ciénaga y de la Punta del Agua: famosos domadores de Tud-Cum y del Rodeo.
Se encuentran allí mujerucas de cobrizo rostro indígena, rebozo negro, rosario al cuello, cruz en el pecho y obstinados silencios ancestrales.
Son las telanderas del Norte y del Oeste, cuyas manos enjutas obran el prodigio de la finísima manta de vicuña, la ‘charlina’’ de largos flecos y los jergones de lista atada, lujo y orgullo de gauchos pobres en juntas de taba, cuadrera y reñidero. Allí conciertan su negocio los chilenos, hábiles en labrar estribos y en la forja de frenas de pierna, insustituibles en la doma de mulares (…) Allí trueca por costales de harina sus vaquitas guampudas el ‘llanisto’’ riojano.
Aquí proclama de corro en ruedo la excelencia de sus quesos gordos (…) y este otro pregunta por su turno al molinero. Algún gringo coloradote y bonachón quiere comprar un caballo y un changuito de ojotas oferta una yunta de gallinas buchudas. Se las compra, casi por nada, un ricacho de la Pampa Vieja-tirador relumbroso de soles bolivianos, de monedas de Chile y del Perú, porque anduvo viajero, ganando en toros y mulas, pagando piscos, ‘gastando en vida’’ como era de ley en la hombría azarosa de los caminos.
El changuito-rastro ‘ushutero’’ sobre la arena caldeada, camisa rota pero limpita, chamberguito hereditario de ‘hoja de zapallo‘; el changuito ya se torna ‘pa’ las casas’’, que son los ranchos con pirhua de algarroba de su pobre mama. Sonoro de metales, nobletón y bárbaro en la jactancia, el ricacho lo llama.
De este molino brotaba la bíblica harina, cuyo destino se difundía a los cuatro puntos cardinales. Es una estampa grávida de cultura-en sentido antropológico- llena de voces o ‘jachallerismos‘, salidos de una mente genial y acérrimamente criolla.
Y le dobla o le triplica con un puñado de pesos arrugados de tabeada; el precio de las gallinas (…)
En las horas de sol, la gente forastera aguarda el turno de la muela entregada a pasatiempos diversos de fuerza y destreza. Pero en los días fríos y lloviznosos o al caer de las noches, los más prefieren el calor de los fogones, el mate a la ronda y los choclos al rescoldo.
Comienza entonces la verdadera vida social de pastores y troperos, hombres sabidos en la ciencia de la paciencia sin gritos ni lloros y de la mansedumbre siempre igual, porque aprendieron en la escarpa pirqueña en la lucha con las leguas-tranco a tranco-, de la mula juiciosa, del burro impertérrito y previsor, del astuto zorro y del ‘Relincho’’ más alerta que ninguno entre todos los guanacos.
Y es en esas reuniones de fogón donde se habla entre bandas inmensurables de silencio, la cultura del campesino: -La tierra lo da todo…es una madre que nunca se cansa de dar. Las vaquitas, la algarroba, la miel del huanquero, el ave comible…-Es una razón verdadera. La tierra es hembra…Tiene que ser dichoso el que la siembra…’’.
(Fuente: Diario Tribuna, San Juan, jueves 1 de febrero de 1951) .

