En pocos días más despediremos al 2020. Año difícil para todos. La pandemia con la consecuente crisis sanitaria, económica y social, ha causado estragos en el mundo entero. Nuestro país no quedó al margen de ello. Para algunos 2020 fue el año en que estuvimos en peligro, aunque personalmente pienso que fue el año en que todos nos necesitamos. Por eso es ha sido un tiempo propicio para recuperar la centralidad de la familia, la importancia de los vínculos y de los valores que humanizan. A veces, de tanto correr por la vida nos olvidamos de aquello que verdaderamente importa. El año 2020 con sus largos períodos de aislamiento, fue ocasión para reencontrarnos, convivir y compartir largos días cargados de incertidumbre y preocupación. 


Uno de los valores más presente este año, fue la confianza. Confiamos en que podíamos lograrlo, confiamos en los demás, en quienes nos cuidaron y cuidan aún. Sin esa confianza, difícilmente hubiésemos cumplido las medidas de aislamiento, distanciamiento social y todas las restricciones a nuestras libertades individuales, en nombre del bien común. 

"Siempre he pensado que la confianza es el valor que preserva los lazos que nos une a los otros.''

El origen etimológico de la palabra es buen indicador de ello. Proviene del latín y está formado por tres partes: el prefijo "con" que significa junto, "fides" referido a tener fe y el sufijo "anza" o acción. Es decir que la confianza es la creencia y esperanza que una persona tiene respecto a otra persona, entidad o grupo, que actuará de una manera correcta frente a una determinada situación. Lo cierto es que la confianza nos permite descansar en el otro.


Hay un cuento que describe con mucha simpleza la valía de la confianza. La historia ocurrió en un castillo inglés, hace ya muchos años. En una cena de gala con personajes famosos, un artista recitaba textos de Williams Shakespeare, ante el entusiasmo de un púbico que aplaudía fervorosamente cada interpretación. De repente, se oyó la voz de un sacerdote anciano que, desde la otra punta del salón, le pedía al artista declamara los versos del Salmo 23. El joven artista accedió poniendo como condición que después el sacerdote también recitara aquel Salmo. Así pasó. Cuando el artista terminó su versión fue aplaudido con entusiasmo por los invitados. Pero cuando el sacerdote recitó con voz entrecortada aquellas palabras del Salmo: "El señor es mi pastor, nada me puede faltar. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal porque tú estás conmigo...", no hubo aplausos, pero el silencio y las lágrimas se adueñaron de la escena. Con mucha sabiduría, el artista concluyó resaltando la diferencia: una cosa es conocer el Salmo del Buen Pastor y otra muy distinta es conocer y ser amigo del Pastor. Evidentemente, aquel anciano Sacerdote conocía bien al Pastor.


De eso se trata la confianza, de creer y esperar que el otro, es ese amigo que conocemos y nos ayudará a cruzar por caminos oscuros. 


El 2021 debe ser un año para crecer en esa confianza. No llegaremos muy lejos de la mano del temor y la desconfianza. La pandemia ocasionada por el Covid-19 seguirá conviviendo un tiempo entre nosotros. Necesitamos creer en quienes nos cuidan. La confianza da las certezas que necesitamos para cruzar este tiempo de incertidumbres e inseguridad. 


Claro está que para ello necesitamos que, en el otro extremo, en aquellos en quienes depositamos nuestra confianza, ésta se vea reforzada por dos actitudes fundamentales: la veracidad y la fidelidad. La veracidad que no es otra cosa que la conformidad de las palabras con el pensamiento, es decir que nos digan la verdad. Y la fidelidad por otra parte, que es la adecuación de las conductas con las palabras, es decir que sean coherentes. Ambas, veracidad y fidelidad son las dos dimensiones de la verdad moral. De ellas depende la resistencia del lazo que nos une. De esas certezas se alimenta nuestra confianza. Sólo así podremos cruzar las "oscuras quebradas", y en forma figurativa decir como el salmista: "tú vara y tu bastón me infunden confianza".

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo