El presidente ecuatoriano Rafael Correa se parece cada día más a su vecino Hugo Chávez. Culpa a los demás poderes del Estado por la corrupción, la inseguridad y la impunidad rampantes, solo para pedir al pueblo que le extienda poderes extraordinarios para combatirlas.
Esta semana Correa propuso una consulta popular, a la que vende como mecanismo de "democracia directa”, pero que no es más que la manipulación del ciudadano para obtener una licencia que le permitiría limitar la acción del Congreso, controlar al Poder Judicial y censurar a los medios de comunicación. En definitiva, busca por referendo popular lo mismo que Chávez logró mediante una ley que lo habilitó para gobernar por decreto, de espaldas a las demás instituciones.
Bajo el argumento de que "el pueblo es el único soberano”, Correa propuso un referendo de 10 preguntas que la Corte Constitucional debe autorizar. De ganar el SÍ, el Poder Ejecutivo administrará un consejo regulador que por 18 meses podrá reestructurar el Poder Judicial y nombrar jueces; otro ente controlará la propiedad de la banca y de los medios de comunicación y hasta podrá censurar los contenidos que considere violentos y discriminatorios; y se entrometerá con ordenanzas municipales sobre juegos de azar y espectáculos públicos.
Correa está dispuesto a aplicar una fórmula engañosa del populismo, que adula y corteja a las mayorías, mientras desprecia a las minorías, es decir valora la participación directa del ciudadano mediante el voto, por sobre la representatividad ciudadana, representada por el Congreso.
La trampa es que se ensalza la democracia participativa (con las mayorías como vedette), menospreciándose a la democracia representativa, cuyo valor radica en la inclusión de las minorías y el respeto por la pluralidad. De ahí que haya sistemas electorales con ballotage y colegios electorales, bajo el precepto de que toda persona cuenta, y de que no puede haber mayorías absolutas.
Las mayorías no siempre tienen la razón, muchas veces son masa y sensibles a los cambios. Quedó demostrado con el "gasolinazo” en Bolivia a principios de año que deprimió la popularidad de Evo Morales, o el apoyo que de repente se le desvaneció al peruano Alberto Fujimori con el autogolpe de 1992 tras el cierre del Congreso o la impopularidad que cosechó George Bush cuando no encontró las armas de destrucción masiva en Irak.
La forma como Correa está planteando el referendo no parece una consulta sino más bien una campaña por el Sí, con preguntas que inducen respuestas deseadas. Todas están precedidas por comentarios peyorativos y de acusaciones de corrupción contra quienes se interpela -jueces, sector privado y medios- los mismos a los que el Presidente tiene de blanco en sus alocuciones sabatinas.
Sobre los medios el pretendido referendo es cínico. Empieza una pregunta sobre si "¿está usted de acuerdo?” que se prohíba a un propietario, accionista o director de un medio ser dueño de otra empresa, así como tener otras ajenas a su actividad, aseverando que se deben "’evitar conflictos de intereses”, cuando es Correa el que tiene serios conflictos al haber creado con dineros públicos "Periódico Popular”, un diario que compite contra los demás, bajo la excusa de que todos mienten, menos el gobierno.
No trato de invalidar los referendos. Son válidos y necesarios para una democracia. Pero existe un profundo conflicto de interés cuando los plantea la parte interesada; el gobierno en este caso.
EL POSIBLE referendo en Ecuador, desenmascara a un Correa populista y demagogo, que como Chávez, adula a las mayorías. Claro; solo mientras le favorecen.