Los mandatarios de Israel, Benjamín Netanyahu, y de Emiratos Árabes Unidos, Jalifa bin Zayed Al Nahayan, se saludan antes de firmar el acuerdo de paz.

La historia de Oriente Medio ha experimentado en estos últimos tiempos un notorio cambio en la vinculación de los países que lo integran, colocando a Israel en una posición de privilegio al haber fortalecido sus relaciones con naciones que tienen mucha influencia en la región como los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y el Estado de Baréin. El acuerdo de paz firmado entre estas tres naciones, con la participación de EEUU que actuó como mediador en las negociaciones, es un paso trascendental en la política exterior de estos países, principalmente de Israel, que ha logrado de esta manera romper el aislamiento económico, comercial y cultural que venía afrontando. 


Ahora Israel cuenta con aliados de peso en la región, lo que le ayuda a contrarrestar el conflicto que sigue manteniendo con Palestina y los embates que debe soportar periódicamente de su eterno rival, Irán. 


Pero, mientras los acuerdos son vistos por la mayoría de los países del Golfo Pérsico como una muy buena oportunidad de hacer negocios con Israel, que tiene una de las industrias tecnológicas más desarrolladas del mundo y es un gran emisor de turistas de alto poder adquisitivo, para algunos países como Irán o para los palestinos, estos acuerdos representan una traición para los países árabes al no contemplar una solución al problema palestino. 


Los acuerdos de Abraham, como se han denominado a estos nuevos lazos diplomáticos, surgen después de décadas de división y conflicto dando lugar a un nuevo Medio Oriente en el que las vinculaciones comerciales tendrán un papel preponderante y donde el accionar terrorista o extremista dejará de tener la trascendencia que ha tenido hasta ahora, al menos en países que en busca de un mundo nuevo quieren dejar de lado esa actitud belicista que ha caracterizado a la región por mucho tiempo. 


Si bien todavía faltan algunos otros países árabes como Arabia Saudita, Omán, Kuwait, Catar, Marruecos y Jordania, para que estos acuerdos alcancen un predominio regional e influyan decisivamente en todo Medio Oriente, lo logrado hasta ahora por Israel es muy importante y alcanza para demostrar como Medio Oriente está comprendiendo la conveniencia de ser una región con estrechos lazos comerciales con el mundo occidental, dejando de lado un esquema que hasta ahora ha sumido a esta parte del mundo rica en recursos naturales, en la pobreza y disputas que no le permiten alcanzar la paz social. Todo esto se ve con mayor claridad en esta etapa de pandemia que está afectando a todas las naciones del mundo por igual y ante la necesidad de salir adelante del retroceso económico que están experimentando todas las economías.

(Situación de países que integran Medio Oriente)


Es importante señalar que estos acuerdos están basados en la tolerancia, la moderación y la aceptación del otro, independientemente de la religión, la raza y la ideología. 


Se considera que la normalización de la relación de los Emiratos Árabes Unidos con Israel, al igual que con Baréin es un gran avance que abrirá oportunidades significativas para asociaciones mutuamente beneficiosas en la economía, el comercio, la salud, la tecnología y la educación. Estos países tienen un inmensos potencial, capacidades y ambiciones que hacen que este acercamiento sea visto con grandes expectativas y con un gran futuro.


Los jóvenes, que constituyen la mayoría de la población de la región, aspiran al desarrollo y al empleo. Tienen la mirada puesta en el futuro y no están limitados por los inútiles conflictos y hostilidades del pasado. Es un hecho que la mayoría de los jóvenes árabes apoyan este acuerdo ya que se alinea con sus prioridades. 


Desde Abu Dabi, Elyazia Jasim AlHosani, asistente de investigación de este proceso que se ha iniciado recientemente sostiene que solo los extremistas se oponen a la paz porque ven la historia como una continuidad de conflicto inevitable. La región no puede permanecer cautiva de estas ideas destructivas, que ya le han costado caro durante décadas. Derrotar tales recelos requiere un valor inquebrantable y un modelo positivo que muestre los beneficios de la paz.

Por Alfredo Correa 
DIARIO DE CUYO