"Algo se está gestando, lo siento al respirar, es como una voz nueva que en mí comienza a hablar”, cantaba en los años 70 el famoso compositor argentino Gustavo Santaolla, ganador más tarde de dos premios Oscars de la Academia de Hollywood.

Si bien la canción se refería a otra cosa, podríamos perfectamente aplicar sus dichos a lo que nos pasa hoy frente a todo lo sucedido en 2020 y a la aceleración de los cambios epocales que está promoviendo la pandemia.

En el mundo ya estaban sucediendo cosas increíbles que producían avances científicos y tecnológicos impensables cuando el conjunto Arco Iris cantaba aquella canción. En esta "nueva era” de cambios profundos y vertiginosos, el rasgo distintivo tiene que ver con el conocimiento abundante y accesible y, literalmente, al "alcance de la mano” (o de los dedos) de cualquier persona conectada a Internet, con algún dispositivo de procesamiento digital, fijo o móvil. Se denomina a esta sociedad como "sociedad del conocimiento”. Se pone el acento no tanto en la retención del conocimiento, sino en la competencia para interactuar con él en la creación de nuevos saberes y habilidades. En esta perspectiva, la educación dramáticamente está llamada a desarrollar competencias que permitan la gestión de ese conocimiento.

"Asistimos a una transformación en los modos en que se produce y circula el conocimiento,… los vínculos entre expertos y principiantes, y en los formatos de la innovación y cambios en la toma de decisiones.” 

Algunos piensan que la educación en todos sus niveles ha venido sobreviviendo a los cambios que se operaron en otros sectores de la sociedad y que, en lo fundamental, hay pocas diferencias entre lo que enseñamos hoy y cómo lo enseñamos, y lo que se enseñaba hace ciento cincuenta años. Indican además que el problema central de la educación no es que ya no sea como antes; el problema es que, en demasiados casos, la educación sigue siendo casi igual que antes. Pero la pandemia nos obligó a cambiar disruptivamente esta afirmación.

Investigaciones recientes sostienen que las TIC van a generar un cambio de paradigma en donde la organización del conocimiento ya no será por disciplinas sino por problemas, temáticas o focos. También va a cambiar la evaluación, que ya no será a través de exámenes sino por "desempeños”. Los libros serán sólo alternativos; se utilizarán páginas web y redes sociales en las que se proponen proyectos creados por los profesores y por los alumnos. Se priorizará la autoevaluación, la evaluación entre pares y la evaluación externa. Se conformarán grupos de profesores que enseñan en una estrategia común porque se trabajarán las dimensiones no cognitivas, la responsabilidad y la autodirección.

Asistimos a una transformación en los modos en que se produce y circula el conocimiento, acceso a investigaciones de diferentes países y universidades, modificaciones en los vínculos entre expertos y principiantes, y en los formatos de la innovación y cambios en la toma de decisiones. Por otro lado, las nuevas generaciones que se forman en la universidad aportan al escenario educativo un conjunto de prácticas y saberes ligados con un nuevo ecosistema comunicativo caracterizado por la multiplicación y concentración de las tecnologías comunicativas e informacionales.

La cuarentena puso en tensión máxima al sistema educativo que, en donde sobrevivió, fue gracias al aprovechamiento de la tecnología y a las nuevas formas para gestionar el conocimiento. ¿Podremos aprovechar en este nuevo año 2021 este impulso transformador que produjo la pandemia?

 

Por Gustavo Carlos Mangisch
Director de Innovación y Calidad en Educación del Espacio Excelencia y de la Maestría en Nuevas Tecnologías (UCCuyo).