Al comprobarse que Juntos por el Cambio, tras las elecciones presidenciales, retuvo la franja central del país, logrando cierta conexión geográfica y dividiendo en tres a la Argentina, apareció una humorada política manifestada en un meme que hablaba de crear la "Argentina del Centro", un espacio libre de peronismo y socialismo.

Pero lo que empezó como un meme político, destinado a circular por las redes, despertó una inusitada expectativa que llevó a que muchos argentinos comenzaran a evaluar seriamente la posibilidad de una secesión. De esta forma, la Ciudad de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza podrían, por voluntad de los votantes, constituir un nuevo país.

Además, el control territorial de esta franja central aumenta cuando se mira el mapa de la Provincia de Buenos Aires, donde se puede advertir que Juntos por el Cambio controla más de la mitad de su espacio geográfico.

La iniciativa cobra peso si se repara en algunos detalles adicionales. El mapa secesionista presenta una enorme similitud con el mapa etnográfico del país, ya que en ese sector prima la inmigración europea; y con el mapa productivo, ya que es donde arraigó inicialmente el sistema agrícola ganadero y donde se extendió mayormente el ferrocarril y la industria. Todo eso le otorga a esa zona media números que la destacan económicamente. Presenta el mayor sector agro-exportador, dos de las tres provincias más ricas y los principales puertos del país.

Encima, los potenciales secesionistas hasta redactaron un "documento fundacional", en el que no solo hacen hincapié en las ventajas económicas, sino también en variables ideológicas, ya que aseguran defender un "modelo capitalista, productivo, exportador, de libre competencia, republicano y respetuoso de las instituciones", al tiempo que aseguran que las demás provincias "a pesar de encontrarse sumidas en la extrema pobreza, siguen votando por el caudillismo peronista que les asegura el paternalismo estatal".

El tema es que la historia Argentina indica que somos el resultado de un desmembramiento. Tras la emancipación en mayo de 1810, el Virreinato del Río de la Plata se fragmentó y dio lugar a la inmediata formación de Paraguay y a la separación de Uruguay y del Alto Perú, que posteriormente se convirtió en Bolivia.

Para peor de males, nuestro país ha sufrido, a lo largo de su historia, la división y la existencia de distintos proyectos secesionistas. Así, durante la primera mitad del siglo XIX, en el marco de un contexto de crisis económica y de indefinición del proyecto político, el Noroeste Argentino pudo haberse integrado a la Confederación Peruano-Boliviana, el Litoral a la Liga de los Pueblos Libres y Cuyo podría haber terminado siendo un país independiente. Y es que nuestra región, durante el gobierno de José Martín Yanzón en San Juan y Pedro Molina en Mendoza, ante la pobreza reinante, promovió un acercamiento con la República de Chile para realizar un ambicioso Tratado Comercial. Incluso Domingo de Oro y José Calle fueron los encargados de negociar el convenio que, de haber sido exitoso, hubiese impulsado la separación de Cuyo.

La propensión secesionista actual no hace más que sumarse a un fenómeno global. La tendencia de las regiones ricas que pretenden separarse de lo que consideran un lastre, esto es, alejarse de las regiones más perimidas -y muchas veces populosas- que creen mantener. Ocurre con Cataluña y España, la Padania e Italia, Sao Pablo y el Brasil, o con la "Media Luna" -los departamentos de Santa Cruz de la Sierra, Pando, Beni y Tarija- con el resto de Bolivia. Del mismo modo existen proyectos separatistas con tintes étnicos, culturales o lingüísticos, como las minorías rusas de Donetsk y Lugansk con respecto a Ucrania, los francófonos del Quebec con Canadá, los escoceses con el Reino Unido, los kurdos con Turquía, Siria Iraq e Irán y algunas minorías radicalizadas que impulsan el secesionismo mapuche en Chile y la Argentina.

Es tan amplio este fenómeno que afecta también a las dos grandes potencias. China, que se construyó geográficamente a base de invadir regiones fronterizas, ha tenido que otorgar regímenes especiales de autogobierno -a cambio de que no se puedan escindir- a muchas minorías étnicas que viven en las márgenes del país.

Esta modalidad le ha permitido al gobierno de Beijing contener a grupos étnicos que podrían haber tenido un derrotero separatista violento, como las minorías uigures, kazajas y tayikas en la región de Sinkiang -en la China Occidental-, los tibetanos y la pequeña minoría lhoba en la región sudoccidental del Tíbet, o los zhuang en la región de Guangxi, al sur de China. "

Aunque parezca increíble, EEUU también tiene su tendencia centrífuga en dos Estados muy importantes: Texas y California. El movimiento independentista texano es de larga data y se sustenta en el hecho de que a sus habitantes se les reconoce la propiedad de la tierra y del subsuelo, y de que tienen derecho a celebrar un referéndum para decidir si se independizan del resto de los Estados de la Unión.

Hoy, de las tres líneas secesionistas existentes queda solo una, la encabezada por Daniel Miller, líder del Movimiento Nacionalista de Texas. Sus miembros creen que el Estado está ocupado desde 1865, tras el final de la guerra civil que enfrentó al Norte con el Sur, y suponen que su economía mejoraría, que custodiarían mejor su frontera y que defenderían con efectividad su acervo cultural si se independizaran.

Menos conocido quizá sea el CalExit, un proyecto liderado por el joven activista Louis Marinelli, que propone -al modo del "Brexit"- la salida de California de los EEUU. Marinelli, y su mentor intelectual Marcus Ruiz Evans, organizaron el movimiento "Independencia de California" y la campaña "Si California" para agrupar a pequeñas organizaciones y partidos locales con la intención de forzar un referéndum que permita alcanzar el objetivo. Actualmente el movimiento ha perdido algo de fuerza desde que Marinelli se mudó a Rusia en 2016. "

Pero el peligro del secesionismo argentino puede ser real si se combinan una serie de factores explosivos. Por un lado tenemos presente en nuestro caso las variables económicas y étnicas, además nuestros líderes políticos no han salido a condenar el "documento fundacional" y finalmente existe un amplio uso de las redes sociales que pueden dar fuerza inusitada al irreflexivo proyecto. Y es que, a fuerza del "me gusta", de "retwittear" y de "compartir", cientos de miles de jóvenes que pueden no estar interesados en conocer el proceso que llevó a nuestra formación nacional y que abrazan criterios de "pos verdad" -que son necesariamente irreflexivos-, pueden convertirse en difusores de una idea tan poco meditada como peligrosa. Que la Argentina precisa repensarse para salir de sus constantes crisis es una obviedad, que el camino sea la secesión es preocupante.