--PRIMERA NOTA--

"Excluidos sociales de rostros cubiertos y armados con palos, son el resultado de erróneas políticas asistencialistas instrumentadas por los sucesivos gobiernos de turno." Los gobiernos democráticos de Argentina y su irresponsabilidad social, han generado un enemigo interno difícil de controlar y reinsertar en la sociedad.

La falta de respeto a la ley, con su manifestación más visible en el uso abusivo del instrumento del corte, la financiación de su organización y el tiempo libre producto de vivir una vida sin trabajar, hacen del movimiento social un instrumento autónomo de desestabilización, siendo su muestra más reciente la relevancia y grado de protagonismo en oportunidad del último paro nacional.

Desde el retorno de la democracia con el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, han transcurrido casi 35 años de un nefasto paralelismo signado por el creciente presupuesto estatal en términos de asistencialismo y el constante incremento de la deuda social con su consecuencia de pobreza estructural y exclusión social.
Las políticas públicas cualquiera haya sido el color del gobierno de turno, han fallado, un 30% de pobreza, un 5% de la población en situación de indigencia y un 25% de jóvenes que no estudian ni trabajan en una sociedad sitiada por las movilizaciones sociales son hoy su triste resultado.

Para poder entender la situación a la que hemos llegado, es oportuno resaltar algunas de las características que tuvo el asistencialismo social en la Argentina:
* Desde 1983 hasta el año 2003, existieron 2 décadas signadas por un asistencialismo básico, destinado a mejoras las condiciones de vida de las personas. La caja PAN del gobierno de Alfonsín, los planes Trabajar del gobierno Menemista y el plan Jefes y Jefas de Hogar en el coyuntural gobierno de Duhalde fueron herramientas rústicas de un asistencialismo mal entendido.

* Desde 2003 hasta la actualidad, con la incorporación del los planes Argentina Trabaja y la lograda Asignación Universal por hijo, los sucesivos gobiernos kirchneristas, intentaron mutar el asistencialismo por formatos de ayuda social tendientes a mejorar la capacidad y no solo el bienestar de las personas.

Si bien la mutación del formato y el concepto de la prestación cambiaron hacia un modelo inclusivo, la discrecionalidad en su otorgamiento, la falta de control del destino de fondos, y su uso indebido como herramienta política, desvirtuó el objetivo.

Desperdiciando un contexto económico y político favorable para lograr la reinserción laboral de los integrantes de los movimientos sociales, los fondos fueron solo utilizados para su organización, movilización y potenciación, en este sentido sugiero al lector interesado la lectura del libro "Fabricantes de miseria", en donde se reseñan como proceso, las políticas llevadas a cabo en los distintos países latinoamericanos en este sentido.

La realidad de un asistencialismo de Estado que ha producido que una generación de argentinos que se ha criado sin trabajar, es un hecho, más allá de las recurrentes y coyunturales crisis económicas, políticas y sociales por las que atraviesa nuestra Nación, la pérdida de la cultura del trabajo es hoy el principal problema argentino.

La situación actual parece llegar al límite, la grieta social entre una sociedad que trabaja y soporta con resignación los inconvenientes de cortes y piquetes, para mantener a otra sector que no lo hace, requiere de soluciones.

(*) Contador Público Nacional.