"La incertidumbre se puede comprender como aquello que es incierto, que no se puede determinar a ciencia cierta…".

 

Vivimos tiempos de verdadera incertidumbre. A punto tal que para muchos lo único cierto en la vida es la incertidumbre. Sin embargo, somos malos gestores de lo incierto. En líneas generales, nos causa angustia, desazón, sensación de fragilidad y peligro. No obstante, estas faltas de certezas pueden traernos efectos positivos. "La incertidumbre es el trampolín hacia un pensamiento mayor", afirma Maggie Jackson (Escritora y crítica social). Es verdad que los puntos finales nos facilitan la vida, pero son los puntos suspensivos los que incentivan la inteligencia y la creatividad. Uno de esos efectos positivos es facilitar la experiencia de la vulnerabilidad.

Lidiando con lo incierto

La palabra incertidumbre proviene del latín incertitudine, compuesto por las voces in- (un prefijo de negación), certus ("cierto"). De allí que la incertidumbre se puede comprender como aquello que es incierto, que no se puede determinar a ciencia cierta. 

La incertidumbre se nos presenta tanto en la vida cotidiana, como en los grandes temas que nos preocupan como sociedad. Sin embargo, no sabemos lidiar con lo incierto. Vivimos tiempos tan acelerados, con tanto vértigo, que exigimos respuestas instantáneas y hacemos un culto a la rapidez y a lo inmediato. La incertidumbre nos obliga a parar, analizar y evaluar respuestas para hacer frente a lo incierto.

El lado positivo de la incertidumbre

Los avances científicos y tecnológicos alejados de la racionalidad y de la moral, nos colocan en contextos de incertidumbre. Baste pensar en los efectos devastadores de una guerra nuclear o las consecuencias del calentamiento global y del cambio climático. Tal como afirma Jorge Reichmann, repetir la apostilla "El riesgo cero no existe", no justifica el productivismo irresponsable ni la tecnocracia amoral (Reichmann Jorge "El Principio de Precaución – En el medio ambiente y salud pública. De las definiciones a la práctica" ed. Icaria, mayo 2002) En realidad, siempre se decide en condiciones de incertidumbre, porque la ciencia no prueba nada definitivamente con el cien por ciento de certeza.

Estos escenarios de riesgos y peligros globales nos han permitido algo positivo: la experiencia de la vulnerabilidad y de un destino en común. La incertidumbre aquí generó, desde lo moral, un cambio de actitud ante las generaciones futuras. Una nueva Ética de la Responsabilidad surgió como respuesta creativa inspirada en valores morales y en un enfoque decididamente precautorio. La idea central sobre la que se sustenta este planteo ético, es precisamente, la experiencia de la vulnerabilidad e incertidumbre. Ello nos permite asumir nuevos paradigmas éticos donde las generaciones actuales asumen como imperativo moral: el hacer posible la continuación de la vida y la supervivencia de las generaciones futuras. 

La incertidumbre provocada por la desvinculación de la ciencia y tecnología del orden moral, trajo consigo nuevos y positivos axiomas éticos: "No nos es lícito exponer la totalidad de los intereses de otros con nuestro accionar, aun cuando los afectados sean los hombres futuros". Estos nuevos paradigmas colocan la Responsabilidad Social en el centro del debate ético. La incertidumbre nos permite reconocernos como deudores unos de otros y la necesidad de educarnos en valores éticos como es la solidaridad.

 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo