"Sabio es el que ama la justicia, enseña y promueve la cultura del trabajo y no permanece en el poder, pues, la humildad y el conocimiento sólo llegan al hombre por el respeto y cumplimiento de la ley.”
Cuando el hombre logra asimilar que el mayor costo de llegar a obtener las cosas es el sacrificio y la entrega, renunciando a las propias apetencias personales, promoviendo el bien común y favoreciendo las posibilidades y el crecimiento de los demás, da siempre un paso al costado para que la virtud y el saber sea alcanzado por otros, siendo así, se abre paso y camino a la sabiduría.
El hombre que busca o transita el camino de la sabiduría va a tratar de comprender la naturaleza sin apropiarse de ella. Este sería el primer estadio de la evolución en el hombre. Vale decir que si éste no lo supera no habrá avanzado en el conocimiento pero quizás tal vez sí, en los intereses. De ahí que se pueda afirmar que el ser humano ha progresado en la tenencia o producción de cosas, sin embargo no podrá decirse lo mismo de su razón, de su virtud o quizás de su humildad.
La sabiduría como tal, no puede ser enseñada pues quien la procure tener caerá en la vanidad, el orgullo y en las condiciones de poder, mas, la justicia y la libertad no le pertenecerán pues siempre estará atado a las "cosas del mundo” y no a la causa del valor y los principios, pues a estos, los rechazará por su propia mediocridad.
Quien se prueba en la sabiduría no sólo hace cumplir la ley sino que se somete a ella. Por el contrario, el hombre político que se cree autosuficiente se sustancia en la soberbia. La mayor oposición a la sabiduría, es justamente la soberbia, el estar convencido que se es el único de alcanzar los proyectos, delinear un futuro y ser único líder de las ideas. Se enmascara en la justicia distributiva resguardando y escondiendo sus propios intereses y los de los suyos. Finalmente acumula poder frente a los demás aunque todos sepan que ha perdido autoridad. Es como el padre que quiere ganar a sus hijos "dándoles todo” pero jamás valores. Es como el político que entrega al que carece pero no lo instruye en la participación de los bienes.
Quien transita el camino de la sabiduría no hace que las personas salgan del estado de necesidad ni menos aún trata de convencerles sino que comienza la gran tarea de orientar y educar en el conocimiento para que ellos mismos consigan su propia libertad, libertad de saber y razón de reconocer no sólo la misma realidad sino descubrir en ella lo verdadero, lo bueno y lo justo.
La historia ciudadana nos demuestra que quien ha tenido acceso a este saber manipula con "oportunos discursos” las mentes de miles de personas, monopoliza todos los canales y acceso a la propia iniciativa y posterga a aquellos que han querido o quieren abrirse su propio camino. Ha utilizado y utiliza el nombre de la igualdad y se asocia al consenso colectivo para legitimar toda acción perversa que el simple ciudadano acuciado por sus problemas, no puede advertir.
¿Cómo salir de situaciones semejantes? Si la sabiduría es imperio del más fuerte, obviamente es imposible. Se necesitan hombres virtuosos, hombres de bien, hombres que se ajusten a la ley, hombres que procuren toda razón y justicia, finalmente y fundamentalmente, hombres de paz, pues no es sabio el que tiene todo, sino más bien el que deja todo. De esto, se da testimonio, se ejemplifica y se lo demuestra, no porque debe hacerlo sino simplemente porque lo hace, pues si la persona no puede dar lo que no tiene, al menos tiene algo superior que es la dignidad, "estandarte del mediocre” pero razón de vida del humilde.
Persistir en el bien, luchar por la verdad y orientar al conocimiento es quien va por el camino de la sabiduría.
(*) Pedagogo – Filósofo – Escritor – Orientador escolar en educación familiar.
