Cuando se aprecia la oscilación espiralada del dólar debemos hacer un esfuerzo de representación de los hechos para que la percepción de su complejidad no se cierre en las fronteras del país y yendo más lejos, abarque la dimensión aportada por circunstancias forjadas allende las fronteras.


No basta con decir que es una crisis bidimensional interna-externa, ya que hay que determinar y distinguir si, en el caso, lo interno ya no depende de lo interno, y por tal está subordinado a lo externo. Todo indica que en el marco del caso actual de la crisis argentina, el instrumental de intervención para superar el trance, ya excede a los recursos endógenos del país.


Cuando la "gobernanza económica" de lo interno ya no alcanza para sujetar lo nacional-interno del problema y tampoco basta para conducir la cuestión respecto de causas que operan en ámbitos no nacionales del movimiento de capitales, es cuando la complicación llama a la propia autoridad política a interferir al máximo para evitar un desmadre mayor de confianza y ya no solo económica.


Es como que lo interno por más que caiga en desequilibrio y pérdida de credibilidad no supera en escala las consecuencias negativas categóricas que se declaran cuando el torrente negativo proviene desde fuera del país. Aquí y en esta situación la decisión de liberalización de los mercados juega en contra.


Es que lo que ha ocurrido y está ocurriendo en estos días con la furia del dólar es una consecuencia de la salida de los bonos de la deuda argentina que arrastró, además, a las acciones de las empresas argentinas que cotizan en otras bolsas del mundo. Esto significa que tales valores están siendo objeto de un desprendimiento, es decir, se venden. Esa tendencia de salida/huida de los instrumentos de representación de valores los somete a un proceso de desvalorización creciente. Esto es complicado porque el estándar del país a nivel mundial es afectado. Se cae el sello de la República Argentina, que abarca no solo los bonos o título públicos, sino, a las acciones corporativas de privados argentinos.


¿Y cuál es la razón de esa huida de los valores argentinos en el exterior? Se debe a que no es creíble la sustancia y la manera en que se presentó por funcionarios del Banco Central y del Tesoro de la argentina el cronograma de fondeo-anclaje para el pago de la deuda argentina de aquí al 2019, en visita hecha durante agosto de 2018.


Esta es la problemática principal de la cuestión que al ser advertida por los inversores y tenedores de valores con promesa de pago del país, ha implantado, el cuadro de situación de que es inviable y perdidoso a futuro seguir manteniendo las acreencias del país.


Se sabe que la delegación argentina de un modo respetuoso e indulgente invitó a los inversores, no a que compren más bonos, ni siquiera les pidieron que reinvertían los cupones de los bonos que pagan intereses, sino, que sólo les solicitaron que no se deshagan, o sea, que no se desprendan de las tenencias de activos argentinos. Soltar las tenencias argentinas es desatar una onda expansiva incontrolable porque se propaga por medio de una vaporosa mano invisible del mercado donde a cualquier gobierno, enseña la experiencia mundial de corridas, no le alcanza la logística ni las posibilidades de intervenirla con temporaneidad y eficiencia. No hay malla de garantía y solvencia de dar caución del repago de la deuda.


Los casos de corrupción pueden aportar algo a esta situación, pero no son centrales, porque insistimos, el quid del mercado es si hay o no capacidad de pago.


El panorama magro no es sólo financiero, sino, que le sigue concomitantemente el plano de lo humano en la economía real, esto es, la dimensión de las consecuencias socioeconómicas concretas que no tienen margen de espera, pues, sus necesidades insatisfechas se propagan sin pedir permiso a los mercados ni están a expensas de las marchas y contramarchas dialécticas del gobierno.

Por el Dr. Mario A. Luna y Fabián A. Núñez
Ex presidente y ex asesor del Concejo Deliberante de Jáchal, respectivamente.