
Los resultados de las recientes elecciones y los indicadores de los últimos meses ponen de manifiesto que Chile se encamina hacia un nuevo ciclo político y económico, coincidiendo con la fase final de la presidencia de Michelle Bachelet.
A lo largo de este año, el Gobierno de la Nueva Mayoría ha sido fuertemente cuestionado por la oposición de derechas y un amplio sector del empresariado, pero el resultado de los comicios y el rumbo de que está tomando la economía parecen arrojar un balance más equilibrado.
El pasado 17 de diciembre, el candidato conservador Sebastián Piñera logró una contundente victoria en la segunda vuelta de la elección presidencial frente el senador Alejandro Guillier, afín a Bachelet.
Sin embargo, el expresidente (2010-2014) tendrá que pactar las reformas de su futuro Gobierno con la oposición, ya que la coalición derechista que le apoya no obtuvo mayoría absoluta en los comicios del 19 de noviembre.
El fracaso electoral de Guillier supone un duro revés para Bachelet, quien en las últimas semanas apoyó decididamente al aspirante oficialista, a diferencia de lo que hizo en 2009 con Eduardo Frei.
El desplome de la Nueva Mayoría, la coalición formada en 2013 para dar apoyo electoral a Bachelet, es inapelable.
Sin embargo, el segundo mandato de la presidenta -considerada por Forbes la cuarta gobernante más poderosa del mundo- deja un legado político que asume, incluso, un sector de la derecha.
La Presidenta asegura que ha impulsado reformas que representan “cambios fundamentales en la vida de las personas, al abordar temas que parecían imposibles”. La gratuidad de la educación superior, la reforma del sistema electoral, el voto de los chilenos en el extranjero, las cuotas obligatorias de participación femenina y la despenalización parcial del aborto son algunos ejemplos.
En los últimos años aumentó entre la ciudadanía una fuerte desafección hacia los partidos políticos, las instituciones, la clase empresarial y hasta la policía, una aversión que fue creciendo a medida que se destapaban casos de corrupción.
Los chilenos tomaron conciencia de que el Estado no les garantizaba educación de calidad, un sistema de salud confiable, pensiones dignas, seguridad ciudadana y empleos estables.
Y mientras una parte de la ciudadanía salió a la calle a protestar, más de la mitad cristalizó su enojo en la abstención (65 presidenciales).
El cambio social y político que vive el país también ha tenido su expresión este 2017 con el fin del modelo político nacido a fines de los ochenta para luchar contra la dictadura, basado en un bloque de centroizquierda y otro de derecha.
Pero la irrupción en el Parlamento del Frente Amplio, una heterogénea coalición de partidos de izquierda y movimientos sociales, ha provocado una nueva correlación de fuerzas.
La clase empresarial y las calificadoras de riesgo, que perdieron la confianza en el Gobierno Bachelet a causa de la reforma laboral, la subida de los impuestos corporativos y el déficit fiscal, espera ahora que el triunfo de Piñera impulse la economía.
