Los vientos están a favor. China promete comprar más en Latinoamérica en los próximos años; la presidente brasileña, Dilma Rousseff, dijo que sacará de la miseria a 40 millones de compatriotas este año; mientras que el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, prometió combatir la pobreza con decisión, lo que son buenas noticias ya que ambos países aportan la mayor cantidad de indigentes del continente.
Lo más importante, quizás, es que emergió un líder en la región que está creando mayor conciencia sobre este problema -pobreza y corrupción- lo que no han podido hacer hasta ahora informes y estudios. Justamente la nueva visión que está contagiando este líder -la de poner a los pobres como los protagonistas de todas las reformas de políticas públicas- es lo que le ha valido al papa Francisco ser declarado "’Persona del Año” por la revista Time. Su contagio no deviene por su condición de ser el primer Papa latinoamericano, sino porque predica con el ejemplo. No solo habla de caridad, solidaridad y compasión para con los más vulnerables, sino clama porque se hagan reformas para combatir la corrupción, como él hizo en el Vaticano.
Es que la manipulación electoral de los gobiernos, el soborno para la construcción de obras públicas o el enriquecimiento ilícito de los poderosos, no atentan contra los ricos, sino contra los pobres. La corrupción crea brechas cada vez mayores entre ricos y pobres, ya que disminuye en estos últimos su capacidad de inserción y participación en la sociedad.
El problema de la corrupción es que se suelen diferir fondos de proyectos públicos a fortunas personales, deteriorándose las instituciones del Estado. Y en ese deterioro, los más afectados son los servicios, como la salud, la educación, el acceso a energía, cloacas o agua potable, que terminan en privilegios lejanos para los pobres.
América Latina sigue siendo una región altamente corrupta. En gran parte, esa cultura se debe a la costumbre del secretismo o la falta de transparencia con la que se manejan sus gobiernos. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos señala que cualquier política dirigida a obstaculizar la información sobre las tareas estatales, tiene el riesgo de promover la corrupción. Por ese motivo, y en plena coincidencia con el Banco Mundial y la ONU, reclaman propiciar el acceso a la información de los sectores más empobrecidos, ya que es la única forma de permitir su participación activa en el diseño de políticas públicas que afectarán sus vidas.
En columnas anteriores advertía -citando el estudio Panorama Social de América Latina 2013 de la Cepal y el de Transparencia Internacional- que la corrupción y la pobreza van de la mano. Los países más desarrollados son los menos corruptos y los de mayor corrupción albergan la mayor cantidad de pobres. En Latinoamérica hay 164 millones de pobres y 68 millones viven en la miseria, según la Cepal. Y la mayoría vive en países con los mayores índices de corrupción.
Los políticos y líderes de la región deben asumir que la corrupción es el mejor aliado de la pobreza y la antítesis del desarrollo.