Según un enfoque posmoderno se ha pasado de la "Comunicación del Poder” al "Poder de la Comunicación”, así lo aseveran en sus últimos estudios los investigadores Izurieta, Perina y Arterton.

Sin duda, en la actualidad "la comunicación política construye el poder”, no sólo por la simple razón de haber sido electo un candidato sino porque éste debe tomar conciencia de que el problema no se reduce a ejercer ese poder sino más bien a conservarlo y a incrementarlo.

Se trata en todo caso de ganar poder, aunque para otros ese concepto ha estado siempre vinculado al área de la comunicación.

Habría que distinguir dos planos: la obtención del poder formal y el ejercicio del poder concreto.

Normalmente, los gobernantes plantean interferencias comunicativas ante determinadas crisis de política gubernamental e inmediatamente el dedo acusador se dirige hacia los medios de comunicación. Este conflicto no es nuevo ni menor, porque plantea el enfrentamiento del poder mismo con el de quienes tienen la misión de informar y transparentar asuntos públicos de interés general. Estamos hablando también, por otra parte, de democracia directa o participativa que incluye a los plebiscitos, los referéndum, las revocatorias de mandato, donde hay una expresión social constante sobre el tema político.

Entre otros aspectos se analiza la expansión de los regímenes autocráticos y el control de poderes.

La publicidad institucional, la propaganda, el marketing, son herramientas que han servido para el contacto más directo del poder político con el mediático. Para Morris se trata en fin de estar "cerca de la gente” desde todos los perfiles que abarcan, desde lo mundano como el aspecto sentimental hasta lo vinculado a algunos más escabrosos que atentan contra los fondos públicos u otros de gran gravitación como la salud de los políticos.

Otros consideran que demasiada exposición mediática conlleva al peligro de distraerlos en su verdadera tarea de gobernar. Pero lo cierto es que la popularidad es una permanente tentación y el poder se encuentra directamente conectado con la difusión de los actos de gobierno.

Los operadores políticos argumentan por su parte que se encuentran "en campaña permanente”. Esa visión tan clara de la gente hace que pierdan credibilidad porque en realidad se interrogan para qué fueron elegidos sino para cumplir cabalmente con los requerimientos de la ciudadanía. Sin embargo, si se negasen a la exposición mediática también resultarían sospechosos.

Un delicado equilibrio de roles es lo ideal, lo prudente, a veces lo esencial. Si bien las consultorías y encuestadoras han sido orientadoras hasta el momento, en los últimos tiempos por diversos factores, van perdiendo prestigio; porque las decisiones del electorado son lábiles y responden a otras razones, que van más allá del ámbito político y entran a trascender en los

bolsillos de los contribuyentes, en sus más íntimas creencias y en su sistema de valores.

Indudablemente, existe la tecnología destinada a la reingeniería de la información, dentro de las organizaciones gubernamentales, pero a la vez hay por otra parte una presencia constante y de altísimo nivel de los medios de

comunicación, que permiten que fluya ese caudal informativo: qué se dice, cómo se dice y a quién se dice es el triángulo clásico que permanece vigente y da sustento a la hipótesis.

Hoy todos pueden estar conectados sobre la base de un diseño de la organización de la información. Esa premisa es valiosa e impide la elocuencia del silencio ante ciertos hechos políticos, que deben ser dados a conocer como una manera sana y armónica de la convivencia democrática.