En esta particular sociedad argentina caben hoy muchos interrogantes que no son meras preguntas a la interioridad humana. Sin apasionamientos, sin fanatismos, sin intereses ocultos, sin fines religiosos, sin transversalismos ideológicos, la inmensa mayoría se nos presenta como la isla informe de la nada. Al respecto, nos preguntamos: ¿dónde está la mayoría? ¿ejerce protagonismo? ¿la mayoría contiene a la minoría o las minorías superan a la mayoría? ¿Quién crea los consensos, la unidad de criterio en la opinión pública, la base moral que debe dirigir a los pueblos? Si un conductor de televisión le dice a un entrevistado: "te felicito eres libre", ¿qué debemos pensar al respecto? Que quienes pensamos distinto y somos mayoría, ¿estamos presos? Y si, presos del precio del gas, de la canasta familiar, de la inseguridad, de la inestabilidad laboral, de los vaivenes de la rutina, de la simple cotidianeidad que nos desafía golpe a golpe con noticias por un lado escabrosas y por el otro triviales.

En este "reality show" de la vida novelada que los argentinos llevamos últimamente la inmensa mayoría no es una profunda voz que conmueve y que provoque cambios, es sólo una palabra sin representatividad a la que no hace valer por temor a convertirse en represora.

La mayoría nos trae a la memoria siempre amplitud y unidad e idea de respeto hacia las minorías que ejercen hoy un papel decisivo en los niveles más altos. Mayoría deriva de mayor y no es sólo la cuantificación numérica del grupo humano

sino que es un poder que se oirá y que un político sagaz no debe desoír.

Las minorías nos aseguran la democracia, según algunos, pero siempre sectorizan los grandes temas que hacen al bien común más aún, el de la libertad y nadie más libre que las minorías que han podido expresarse abiertamente y ser oídos.

Quizás la estrategia de la mayoría fue de una áspera confrontación pero la minoría tiene en las manos el sutil arte del posicionamiento que atrapa, seduce y que arrastra especialmente a los más jóvenes.

La mayoría no perderá nunca su puesto hegemónico y no lo hará porque ha llegado por sobre las diferencias a la unidad de criterio y a la serenidad de ánimo. Sabe el camino y sabrá superar los obstáculos.

La minoría ha tenido sus logros pero los cambios son lentos y la idiosincrasia argentina una sola, aún en la diversidad.

Debemos permanecer con fe, con tesón, esperanza en nuestros propios objetivos porque en el universo cabemos todos y el que se sienta excluido aún con la "libertad" conseguida lo será porque al fin es cosa juzgada y el tiempo dirá quién marcó el rumbo y como responderán ante la historia.

Un plebicito hubiera dado mayor respaldo a la voz popular.