Premiar el trabajo, porque éste dignifica.Y premiar al trabajador. Ya lo decía Juan Pablo II: "El trabajo hace al hombre más hombre, y a la mujer, más mujer''. Pero el trabajo merece un salario digno, en blanco, sin tantas diferencias irritantes. 

Hay que premiar el trabajo como fuente de bienestar en el mundo.

El trabajo es servicio y merece que demos lo mejor de nosotros. Juan XXIII expresaba: "Que Dios y mi prójimo tengan lo mejor de mí mismo''. Transformar, crear, imaginar, incluir, formar, son acciones que se dan la mano a la hora de salir a trabajar. El problema es que no siempre hay trabajo para todos. Reclama una fuerte dosis de generosidad y creatividad del empleador y también del dependiente. Éste no es un automático que funciona al mínimo: ha de buscar eficacia en su oficio.


Cada año, la ONG internacional Oxfam brinda su Informe anual, en base a estudios socio-económicos y a encuestas realizadas en 10 países, a 70.000 personas.


Traemos aquí algunos datos y reflexiones. En 2017, el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones alcanzó su máximo histórico, con un nuevo milmillonario cada dos días. En este momento hay 2.043 milmillonarios -en dólares- en todo el mundo. Cabe decir que la riqueza de estos milmillonarios también experimentó un enorme crecimiento, lo suficiente como para poder terminar con la extrema pobreza en el mundo hasta siete veces. El 82% del crecimiento de la riqueza mundial durante el último año fue a parar a manos del 1% más rico, mientras que la del 50% más pobre de la población mundial no aumentó lo más mínimo. 


Todos decimos que es absolutamente necesario que todos los trabajadores disfruten de salarios y trabajos dignos. "Premiar el trabajo, no la riqueza'', es el título elegido por Oxfam para este 2018. 


Actualmente, es difícil encontrar un líder político o empresarial que no exprese públicamente su preocupación por la desigualdad. Sin embargo, lo que cuenta son las acciones, no las palabras.


¿Qué hacer? La pobreza es multifactorial. He aquí unas pautas de superación.


1) Globalizar la solidaridad. La búsqueda de la mayor eficiencia en la gestión de los bienes y servicios en clave de solidaridad global. La paz es fruto de la solidaridad.


2) Una mayor aplicación de la justicia social, exigida por el destino universal de los bienes creados. "Sobre toda propiedad privada, grava una hipoteca social'' solía repetir Juan Pablo II. 


3) Combatir las "estructuras de pecado'', por ejemplo el narcotráfico, la venta ilegal de armas, la trata de personas, el uso de niños para las guerras (Sudán del sur).


4) Cuidado del Ambiente: no se puede pretender -a la vez- alimentar más bocas y debilitar la agricultura. 5) Calidad institucional democrática. Ello premia el trabajo. Una democracia se juzga por la articulación que sabe encontrar entre libertad y solidaridad, gestión privada y políticas de estado estables. Una mala calidad institucional (totalitarismos) se traduce en menor calidad de vida para los ciudadanos. La austeridad en el gasto público, la administración responsable, el repristino de la cultura del trabajo, la inversión de ingresos a la tecnología de alimentos, la financiación internacional, son políticas estables que aseguran eficacia.