¿Es posible desarrollar la minería sin apoyo comunitario, o sin "licencia social", como les gusta llamar a las empresas mineras? La respuesta es un No contundente: lo demostraron los hechos de los últimos días en Mendoza donde miles de mendocinos salieron a la calle a protestar por la modificación de la ley 7722 que prohíbe el uso de elementos que hacen imposible el desarrollo de la minería metalífera. 


No alcanzaron los acuerdos ni el apoyo que los senadores del radicalismo y del justicialismo para sacar la ley que prometía un terreno fructífero al desarrollo minero. La comisión de reinas de la Fiesta Nacional de la Vendimia le mandaron un misil a la flotación del proyecto minero cuando dijeron "Con esta ley, no hay nada para festejar". 


Atrás quedaron las felicitaciones y los festejos por la sanción de la ley pro minera, sin saber que a la vuelta de esos restaurantes se masticaba la bronca por algo que no tiene licencia social y que diseñaba las mayores manifestaciones en contra del gobierno mendocino.


El gobernador Rodolfo Suárez, que resistió multitudinarias manifestaciones y pese a ello, promulgó la ley, no pudo con la decisión tomada por las mujeres que, con muy poca información, apoyaron el movimiento antiminero y que prometían transformar al tema en un escándalo internacional.


Seguramente lo que pasó en Mendoza quedará para la historia política de cómo un gobernador puede destruir en 10 días todo el caudal político que lo llevó a la gobernación. 


Esto pasa cuando las decisiones se toman de prepo, a las apuradas que sólo expondrían la urgencia de comenzar a tapar un agujero fiscal en el Estado mendocino que parece ser lo que comienza a aflorar como justificativo para sacar una ley sin discusión y con escaso apoyo social.


Ser ignorante no es sólo no saber de un tema, es creer que, porque los demás no saben, se puede imponer una idea o el desarrollo de una actividad.


Pero, ¿por qué lo que fracasó en Mendoza funciona en San Juan, en Chile, Australia, Estados Unidos y hasta en Canadá? Por una sencilla razón: el desarrollo de la minería requiere diálogo permanente, un flujo de información técnica -desapasionada de ideologías- y controles estrictos a la actividad -con multas multimillonarias llegado el caso- que demuestren un Estado presente.


Sin esos elementos es inviable el desarrollo de esta industria y esto no se consigue con la sanción de una ley o declamaciones que la Minería puede ser uno de los pilares del crecimiento económico que la Argentina necesita.


La presencia de Alberto Hensel en la secretaría de Minería de la Nación demuestra que hay un modelo para desarrollar en forma responsable la actividad. 


Es imposible pensar en expandir la matriz productiva, sin hablar de responsabilidad, de presencia estatal e involucramiento social. Mucho menos sin un acompañamiento sólido desde las universidades y organismos técnicos que forman a los especialistas que trabajan en esta industria.


Eso requiere de un esfuerzo, tiempos, de demostrar que hay empatía, que se escucha al que está en contra, que se lo tiene en cuenta. Es una tarea de años en donde lo que se dice se acompaña con lo que se hace, y es quizás lo que le costará al mundo minero para volver a pensar en desarrollar la actividad en suelo mendocino. 


Gobernantes y empresas deben tomar nota que en las democracias actuales los apoyos y los disensos -incluyendo las necesidades de la población- no son los mismos de hace 30, 20 o 10 años. Las reacciones son mucho más instantáneas y no alcanza para frenarlas con el respaldo del triunfo de una elección. 


Hoy el mundo moderno habla de "gestionar los disensos", una materia que se llevó el más estrepitoso de los aplazos el gobernador de Mendoza y mucho más cercano, nuestro amigo Carlos Maza Peze, intendente de Angaco, quien también de prepo quiso subirse el sueldo y de sus concejales, hasta que la presión popular le dejó en claro que no podría caminar seguro por su departamento. Nuestros hermanos mendocinos -gobernantes y vecinos de a pie- están complicando incluso la economía argentina. Pero claro, el miedo no es punible. Incluso, cuando ese miedo nace de la incomprensión, de dejarse embadurnar con argumentos ideológicos sin sustento técnico.


Amén del miedo los gobernantes y las grandes firmas deben entender que hay que escuchar las voces cuando, en el silencio más estrepitoso, gritan: "De prepo no funciona".