De las cuatro primeras Ordenes religiosas que entraron a San Juan, la de los jesuitas fue la última en entrar, es tardía con respecto a la anteriores. Su establecimiento en San Juan está ligado a la donación de media manzana que hace don Gabriel de Mallea, seguida de la donación de la otra media manzana que hizo don Antonio de Marigorda, un noble vizcaíno casado con una dama sanjuanina. De manera que los jesuitas tuvieron la posesión de toda la manzana donde hoy está la Catedral de San Juan.

A pesar de la pobreza del lugar supieron desde su instalación definitiva hasta su expulsión en el siglo XVIII, responder positivamente a una serie de retos. Supieron abordar las oportunidades que el mundo real les brindaba. La observación del medio los llevó a trazar un rumbo con visión de futuro (a veces lejano), y en base a ello desarrollaron estrategias para producir los cambios necesarios. Infundieron vigor para derribar fronteras burocráticas, que siempre se oponen al cambio.

La calidad de las respuestas ante lo negativo, los llevaron a definir los objetivos, valorando siempre la visión de la realidad. Según Ignacio de Loyola, fundador de la Orden, el ideal justo es "’vivir siempre con el pie levantado” es decir siempre listo para responder a las oportunidades que el medio les ofrecía. Por ello se distinguieron en todos los campos del saber.

Para el tema que hoy nos interesa debemos fijar el año de 1750 cuando era rector del Colegio el padre Luis de Santaelices, que echó los cimientos de una bella iglesia de cincuenta y ocho varas de largo por once de ancho, con capillas al costado elevadas media vara del suelo. Entre capilla y capilla había dos pilastras, separadas entre sí por un lienzo de tres varas de frente.

Al pie de la iglesia había un coro sosteniendo un arco elíptico que estaba en el último orden de las pilastras. La fábrica era esbelta y armoniosa, tenía una hermosa cornisa que descansaba sobre pilastras, la iglesia termina con una bóveda semicircular. La arquitectura de orden jónico, bien proporcionada y perfectamente ejecutada, toda trabajada de cal y ladrillo, hasta la bóveda y el tejado, convertido en una hermosa azotea, con una torrecita en cada esquina (esta descripción se encuentra en un oficio dirigido a la autoridad en 1755).

Dicen los cronistas que pasaron por aquí, que en todo Chile no había una iglesia tan bella y perfecta. Luego de expulsados los jesuitas se siguió en el embellecimiento del templo dedicado a San José. La armazón de las cúpulas vinieron de Francia en 1874, igual que las estatuas de los santos y fue Catedral de la Diócesis de San Juan de Cuyo en el siglo XIX. Nosotros creemos que las linternas que adornaron las torres fueron colocadas durante el obispado de monseñor José Américo Orzali. Demolido este templo fue reedificado en el mismo solar.

Desde el Comienzos del siglo XVII, en este lugar se pensaron obras que son imperecederas en San Juan: Primera escuela, bodegas, elaboración de aguardientes y vino, cultivo de viñedos y frutales, cría de animales, artesanías, pescadería, laboreo de la tierra, sin nombrar lo relativo a la fe.

Hombres ilustres pasaron por acá, como los padres: Juan Pastor, Cristóbal Diosdado, Lucas Pizarro y Manuel Morales, que recorrieron la geografía sanjuanina entre muchos otros, que San Juan luego olvidó.

Denigrados por sus enemigos, amados por otros, valorados siempre por todos, tanto que Lenin (que no era amigo de los jesuitas), dicen que manifestó que si tuviera una docena de cuadros como la de los jesuitas su "movimiento comunista barrería al mundo”.

Ante el ultraje a nuestra Catedral, que solo la ignorancia y atrevimiento pueden haber cometido, recordamos los versos sentidos que dicen:

"Su colegio e iglesia serán el monumento/ que enseñe al caminante/ Aquí la Compañía habitó por muchos años/ Y aspiró noche y día/ a desterrar del mundo los engaños/ El mundo les pagó servicios tantos/ con destierros, prisiones y quebrantos.”

(*) Historiadora, profesora universitaria.