La lucha por la igualdad de género, referida a los derechos femeninos ha tenido diversas etapas a lo largo de la historia. Una de ellas, tal vez la más significativa, por localizarse en el siglo XVIII es la que se dio en la época de la Ilustración, en la que comenzaba a impulsarse la idea de que las mujeres debían tener derechos que hasta este momento les estaban vedados, como el acceso a la educación.
Hay que tener en cuenta que uno de los rasgos característicos de la Ilustración fue el renovado interés por la educación y la formación de las conciencias, aun las femeninas, ausentes hasta ese momento de la literatura y los considerandos políticos, consigna Felipe Pigna, de la revista "Viva” al analizar el tema de la evolución a través del tiempo de los derechos femeninos.
Uno de los principales impulsores de los derechos que debían tener las mujeres fue el rey Carlos III, quien el 14 de agosto de 1768, emitió un documento en el que señalaba que "La educación de la juventud no se debe limitar a los varones por necesitar las niñas también de enseñanza, como que han de ser madres de familia, siendo cierto que el modo de formar buenas costumbres depende principalmente de la educación primaria..”.
De esta forma dispuso que en los pueblos principales se establezcan casas de enseñanza competentes para niñas, con matronas honestas e instruidas. Proponía que se las instruyera en los principios y obligaciones de la vida civil y cristiana, y que esta instrucción fuera preferentemente para las hijas de labradores y artesanos, ya que las del resto de las clases sociales la enseñanza podía correr por cuenta de los padres.
Las costumbres de la época y algunos aspectos que no fueron bien entendidos hicieron que estas disposiciones no se cumplieran en su real dimensión. De todas formas el pensamiento de Carlos III había comenzado a marcar el camino y lentamente las "niñas” de las familias más ricas comenzaban a aprender a leer y escribir, recitar, declamar y ejecutar instrumentos musicales.
Pero como para los integrantes de la Ilustración el concepto de igualdad de género aparecía todavía lejano cuando se redacta la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, máxima expresión del pensamiento ilustrado, son las mujeres francesas las que deben exigir que se incluyeran sus derechos.
La panfletista y política Olympe de Gouges, fue una de esas mujeres. Exigió la equiparación jurídica y social en Francia, y redactó una declaración que decía lo siguiente: "La mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos”. La Ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las ciudadanas y los ciudadanos deben contribuir personalmente o por medio de sus representantes, a su formación.
Esa osadía de reclamar la igualdad jurídica y los derechos políticos, la terminó pagando en la guillotina. Otras mujeres que se enfrentaron contra la aristocracia y sus privilegios padecieron persecución, cárcel y hasta ejecuciones.
Para finales de 1793, la posición de la mujer no había mejorado en gran medida y, a pesar de los avances filosóficos, seguían ocupando un lugar lamentable en el esquema social. Afortunadamente, mientras estos desgraciados hechos se producían en Francia, considerado el "Faro de la civilización”, en nuestro país el prócer Manuel Belgrano sostenía que la mujer tenía el mismo uso de razón que el hombre y que sólo el descuido que padece en su enseñanza la diferencia.
Luego se refería al lugar que ocupaba la mujer en la sociedad, condenando su función respecto del sexo, que las llevaba a la mendicidad para poder subsistir.
De esta forma Belgrano salía en defensa de la igualdad de género, lo que quedó plasmado en su segunda Memoria al Real Consulado de Buenos Aires.
El filósofo ilustrado Jean Jacques Rousseau, hizo un importante aporte al tema al referirse a la importancia de las enseñanzas de la mujer en su libro Emilio o De la educación, obra decisiva y de gran influencia en la Revolución Francesa.
En ella destaca que "la primera educación es lo que más importa, y sin la menor duda compete a las mujeres; si tuvieran que encargarse los hombres de ella, el autor de la Naturaleza les habría concedido leche para que pudieran criarlos”.
Entre otros hombres que defendieron e impulsaron los derechos de las mujeres figura Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet, quien pagaría con su vida haber expresado: "O bien ningún miembro de la raza humana posee verdaderos derechos, o bien todos tenemos los mismos; aquel que vota en contra de los derechos de otro, cualesquiera que sean su religión, su color o su sexo, está abjurando de los suyos”.
