Si hay días especiales en el calendario anual, son los preceden y cruzan las grandes fechas. Por lo general la gente nota algo diferente, se ocupa de cosas diferentes y de cómo disfrutar de ello lo que permite un reencuentro familiar que no es tan a menudo pero si paras Navidades y Pascuas.

Ese bienestar de estar todos juntos, de la elección de las comidas y de los pequeños regalos, todo los disfrutan, pero ésto es sólo la cara externa de la condición humana porque se trata de días en que se olvidan enojos, indiferencias y ese tipo de actitudes normales de la crispada vida cotidiana de hoy.

Es una dicha poder interrumpir esa cotidianidad normalmente, sin explicaciones y sin disculpas, y ese es justamente el sentido de la Navidad y de las celebraciones semejantes en otras religiones.

Lamentablemente estas fechas están fuera del calendario escolar porque sino tendríamos un doble aprendizaje, sobre todo en momentos en que la presencia juvenil suele ser áspera en cualquier lugar y en cualquier situación.

No hablamos de las situaciones religiosas sino de la proyección de estas en la en la vida familiar y con las amigos más cercanos.

Algunos datos. Como los evangelios no mencionan fechas, no es seguro que Jesús naciera ese día exacto dicen algunos especialistas en el tema. Pero no importa un día más o uno menos, su aparición inició nuestra era cristiana hace ya 2010 años y ello llena de historia a su figura y a su doctrina.

De hecho, el día de Navidad no fue oficialmente reconocido hasta el año 345, cuando por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianzeno se proclamó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad, según la historia eclesiástica.

De esta manera seguía la política de la Iglesia primitiva absorbiendo en lugar de reprimir los ritos paganos existentes, que desde los primeros tiempos habían celebrado el solsticio de invierno y la llegada de la primavera. La fiesta pagana más estrechamente asociada con la nueva Navidad era el Saturnal romano, el 19 de diciembre, en honor de Saturno, dios de la agricultura, que se celebraba durante siete días de bulliciosas diversiones y banquetes.

En el cristianismo el hombre se concentraba en sí mismo, se desligaba del mundo exterior, se sentía un ser absoluto y sobre todo casi sobre-natural. Dicen algunos estudiosos que, por ese hecho, no se contemplaba como un ser que pertenecía al mundo y sentía su limitación porque la barrera de la subjetividad es precisamente el mundo de la objetividad y, a partir de allí, desaparecen los motivos de más búsqueda.

En cambio los paganos, recogidos en sí mismos, no se ocultaban de la naturaleza y disminuían su subjetividad por la contemplación del mundo. Es decir, por más que los antiguos celebraran la gloria de la inteligencia y de la razón eran tan liberales y objetivos como para dejar vivir también lo contrario del espíritu o sea la materia y dejarla vivir eternamente, tan en la teoría como en la práctica.

Datos históricos sobre el hombre. Protágoras de Abdera (485 410) es muy conocido por su famosa frase de que "el hombre es medida de todas las cosas, de las que son, lo que son, de las que son, los que no son". De allí se incorpora luego en latín la expresión Homo mensura.

Aristóteles propuso dos catacterizaciones del hombre que han perdurado: la de animal racional y la de animal político, sobre estas frases se cree que hay una mala traducción. En cambio a la palabra logos o sus derivados que usa Arístóteles se las entiende con correspondencia "razón", peo también a "palabra" y "discurso". En cuanto a "político" el término sólo se refiere a ciudad estado-griego o polis y se capta la mención de "socio-político".

Sea como fuere estamos ante la definición del hombre que en estos tiempos ya no preocupa a mucha gente. Pero el mismo estado que él ha creado en la sociedad, una sociedad multi-expresiva en la que los deberes y los derechos o son desconocidos o se miran con indulgencia o directamente no se los cumple.

Se observa -sí- que el sentido de la sociedad -como comunidad- ha sufrido modificaciones pero modificaciones orientadas por el desacierto o la indiferencia, con lo cual confunde más al ciudadano, sobre todo al ciudadano que encuentra en ella su campo de batalla. Uno no puede desarraigarse de sí mismo ni la comunidad a la cual pertenece porque las raíces están allí, esperando dar sus ramas y sus frutos. Si, el hombre busca allí su desarrollo lo alcanzará con las mismas herramientas que vivió toda su vida en el lugar.

Parecería que la vida sería más fácil y más fructífera. No porque el horizonte se achique sino porque la inmediatez del paisaje ofrece fuerzas e invita a crear. Y la incorporación a la vida creativa no es un hecho casual ni divagante. Es la forma de ser uno mismo en donde esté.