"Toda teoría de la conspiración en relación a la propagación del Covid-19 tiene un responsable, de ser posible oculto, al que se le atribuyen todos los males del mundo".



Una creciente oleada de desinformación, bulos y teorías de la conspiración intoxica el debate público y las redes sociales, la cual se ha visto reforzada durante la crisis del coronavirus, adaptando sus mensajes a la extraña realidad vivida estos meses.


En Internet proliferan discursos que niegan la existencia de la Covid-19; que afirman el 5G que es la causa de la propagación del virus o que detrás de la pandemia se esconden los intereses ocultos del 'nuevo orden mundial".


Estos mensajes han tenido cierto calado en la opinión pública. En EEUU hay encuestas que señalan que alrededor de un 25% de sus ciudadanos cree que, "definitivamente" o "probablemente", el brote de coronavirus fue planeado intencionalmente por personas poderosas.


En ciudades como Florida o Londres han culminado en protestas de grupos autodenominados "antimascarillas". En Italia, ha surgido el movimiento "chalecos naranjas", que defiende que la Covid-19 es un engaño para controlar a los pueblos.


Estas nuevas corrientes son solo la punta del iceberg de un gran entramado de teorías de la conspiración que comparten un mismo trasfondo: son respuestas sencillas a situaciones complejas, sus emisores conocen muy bien cómo funcionan los bulos y esconden intereses económicos.


La situación actual reúne los ingredientes perfectos para la expansión de rumores: grandes dosis de incertidumbre y un momento con información relevante, explica Guillermo Fouce, doctor en psicología y presidente de Psicología sin Fronteras.


Estas teorías, apunta, buscan dar respuestas "muy universales". Apelan a las emociones más básicas como el miedo y son capaces de llegar "a personas distintas con características muy diferentes".


"Una de las peores cosas que llevamos los seres humanos es la incertidumbre (...) Si alguien viene a resolverte las cosas de manera que no tengas que pensarlas mucho y que sean un atajo, aunque sea mentira, combates la incertidumbre y ya te sientes mejor".


Son discursos que guardan una estrecha relación con movimientos como los antivacunas, quienes han encontrado en la pandemia el momento idóneo para poder expandir sus ideales, transformando y adaptando sus mensajes.


Aunque sus teorías no son homogéneas, algunos seguidores aventuran que el virus fue inoculado a través de las vacunas de la gripe estacional. Creen que el uso de mascarillas causa hipoxia (pese a ser desmentido en reiteradas ocasiones por expertos en salud) y defienden que el dióxido de cloro sirve para tratar el coronavirus, si bien las compañías farmacéuticas se niegan a suministrarlo por ser más barato que otros medicamentos.


Para el sociólogo Antonio Romero, las teorías "anticovid" plantean propuestas muy atractivas, porque convierten "comportamientos autoindulgentes e irresponsables" en "actos de resistencia frente al mal".


Combatir la desinformación es uno de los grandes retos que deberán afrontar gobiernos y plataformas privadas.


En un momento donde las incertidumbres son más numerosas que las certezas, la proliferación de teorías conspirativas puede ser un indicio de que las instituciones generan desconfianza o son opacas, señala Romero. "Obviamente, habrá menos teorías conspirativas cuantas menos razones se den para ello".

Por Jorge Ocaña
agencia EFE