No son amigos, tampoco el tiempo los ha acercado demasiado, como no lo pudo hacer la dinámica peronista que -siempre- marca con fibra indeleble un refugio donde calienta el poder.

Mantienen un trato intermedio: ni demasiado cerca, ni demasiado lejos. No se dedican expresiones de cariño eterno, pero tampoco rompen.

De un lado, la conducción de la CGT provincial ejercida por Eduardo Cabello y Enrique Castro, del otro lado el gobernador Gioja. Protagonistas en los últimos días de un cruce de mayores decibeles a los acostumbrados, tanto en las voces públicas como en los comentarios en off. Y que llegó al extremo del pedido de la central sindical de una audiencia con el gobierno por medio de una solicitada en los diarios, antes incluso de haberlo pedido en el despacho correspondiente.

¿Cómo fue que estos dos sectores abrazados por la bandera partidaria del peronismo pero separados por las tensiones lógicas de la relación patronal-empleados han llegado a estos cruces infrecuentes?

Puede ser por varios malentendidos seguidos. Que luego funcionaron como una bola de nieve y que fueron utilizados para fijar posiciones, cruzarse facturas y levantar la guardia para futuros encontronazos.

Ocurrió que el gobernador Gioja dijo en un encuentro con los medios de comunicación que le pedía a la CGT que tuviera mucho cuidado con la futura operatoria de las viviendas, porque muchas de esas unidades estarán en manos de los gremios. Y están intentando salir del escándalo de la estafa de la mutual que operaba con promesas de entrega de viviendas previo pago de sumas importantes en concepto de adelanto. Aún no está claro si en ese fraude a más de 200 personas y que alcanzaría el millón de pesos no hay colaboración de algún funcionario.

Nada extraño lo que dijo Gioja, teniendo en cuenta que la larga historia de gremios al frente de operatorias que encontraron estafas e irregularidades varias es bien generosa.

Pero los sindicalistas lo entendieron como una picardía y decidieron salir a redoblar la apuesta. Fue Castro el encargado de pedirle al gobierno que no lo involucren en la investigación de la mutual, también con la picardía de poner un poco de sal en la herida ajena. Y todo explotó.

Primero, como suelen acostumbrar los que tienen demasiada gimnasia en operar estas rencillas políticas, responsabilizando a algún periodista por haber -dijeron desde los dos lados- desnaturalizado las declaraciones. Luego, manteniendo en off las objeciones cruzadas sin el menor intento por evitar que se escuchen. Y finalmente, con un concierto de gestos que dijeron más que mil palabras.

Porque muchas veces -sino la gran mayoría- la política se juega más en el terreno de los gestos que en de las declaraciones. Suelen ser estas últimas reflexiones de compromiso y de cassettes, pero lo que siempre llega a destino es el mensaje encriptado que encierran, el significado real.

Y pasó que le echaron la culpa al cartero, pero se dedicaron claramente a marcar el terreno y a subrayar los matices. Del lado del gobernador, aceptó la invitación de Paraná, donde el ex presidente Kirchner había llamado a los gobernadores para su puesta en escena del 1 de Mayo donde se dedicaría a sembrar dudas por supuestas presiones a la Corte por la ley de medios. Difícil de rechazar el convite en la situación política de Gioja, aún con los dos pies en el plato del kirchnerismo y en situación expectante por si se le queman los papeles al primer damo y el espacio debe mirar al banco de suplentes. Primera fila para él, entonces.

Difícil, pero no imposible. Se hubiera entendido un eventual faltazo a la cita nacional si era por camaradería con la CGT local. También se pudo haber cambiado el horario del almuerzo cegetista sanjuanino, si era por hacerle un lugarcito a la presencia institucional del gobernador.

Gioja conoce que el clima de cordialidad que mantiene con la cúpula obrera cambia cuando se corta el teléfono. Y por eso no discó el número de nadie, y se dedicó a los gestos. Viajó a Entre Ríos y por primera vez en los años que lleva Gioja al frente del gobierno, el almuerzo de la CGT para el día del trabajador se quedó sin su presencia. Más aún: no estaba tampoco el vice, quien siempre representa al gobernador cuando no puede asistir a un evento importante, ni nadie del gobierno con excepción de Juan José Chica, líder de Luz y Fuerza. Bien claro.

Del lado sindical no se quedaron atrás. Eduardo Cabello no hizo alusión pública en su discurso a ninguna interferencia con el gobierno. Pero fuera de micrófono incluyó un retruco curioso: aseguró que no habían invitado al gobernador porque no querían a ningún político en sala. Extraña afirmación la suya, especialmente por la presencia en mesa de autoridades de actuales diputados -el propio Castro-, de varios ex legisladores y funcionarios, de futuros candidatos en las propias listas del PJ y hasta del mismo Cabello, ex concejal capitalino.

Más allá de lo que interprete por "políticos" -incluida la gran mayoría de los asistentes, dedicados a la política sindical- si la no invitación hubiera sido cierta se trata de un evidente volantazo. Desinvitar a quien siempre fue su invitado de honor.

Después vino el caso de la solicitada, donde la central sindical pidió audiencia y luego admitió que aún no la había pedido formalmente. Cabello terminó admitiendo que era un pedido de las bases y que "por ahí queda como que estamos peleados". Y… sí.

Afloraron aquí las diferencias del pasado y del presente. Es que Cabello proviene de un sector político enfrentado al giojismo en el PJ. Fue concejal capitalino llegando desde la estructura de Roberto Basualdo, aunque no demoró demasiado en desprenderse del actual senador.

Y como todos los dirigentes provenientes desde afuera, en el oficialismo los obligan a cruzar el Jordán. Y nunca dejan de mirarlo con desconfianza, como a un elemento extraño. Encima, Cabello comanda la estratégica UOCRA, el gremio de los empleados de la construcción que son un engranaje estratégico en el sistema de obras públicas.

Se necesitan mutuamente, entonces: sin obreros no hay obras, y sin obras no hay obreros. Y en esa convicción, Cabello suele pegar algunos zapateos sonoros que fastidian al ministro Strada y al propio Gioja: cuando se paralizan los megaproyectos como Punta Negra o cuando quedan varios trabajadores sin trabajo y sin subsidios por las demoras en la mina Pascua-Lama.

Castro, en cambio, sigue siendo sapo de otro pozo. El camionero mantiene los pies dentro del basualdismo y reporta como diputado provincial del sector, aunque no deja nunca de hacer señas de proximidad con el gobierno.

Su carta fuerte es la representación provincial de Hugo Moyano, la referencia ineludible en el universo del sindicalismo nacional, íntimamente asociada a la figura de Kirchner. A la que Gioja reconoce desde que comparte los mismos palcos en el PJ nacional, pero a la que prefiere tener no demasiado cerca.

Los desencuentros del pasado también registran algún intento de desembarco oficialista en la conducción cegetista por la vía de gremialistas del riñón, como los casos del citado Chica o Gabriel Pacheco, diputado provincial y primera espada de UPCN. Pero no prosperaron.

Fueron eventos de los años pasados que se reflejan en el presente. No está claro, en cambio, que sean diferencias del futuro: son más las ocasiones en las cuales la beligerancia termina siendo una antesala para el acuerdo.