La escuela media ha estado en debate en distintos momentos, como éste, en el que vivimos. La persistencia de las inquietudes en torno a ella habla de deudas pendientes y problemas persistentes, pero también de su potencialidad.

Renovar los modos en que esa escuela fue llevada adelante es una tarea ardua pero a la vez indispensable.

En términos de contenido hoy se están realizando muchos cambios en el área de la diversidad: cómo no dejar caer a ningún alumno y cómo responder a todos. Cómo encontrar esta capacidad de mantener los vínculos sociales de todos los ciudadanos sin dejar que ninguno se pierda en el camino en este itinerario de seis años. Esa es la gran dificultad y el gran desafío: cómo se hace, con qué características de gestión escolar, con qué características de docencia y de profesionalidad docente, con qué tipos de equipos docentes, con qué currículums y con qué diversidad curricular. Todas son cuestiones que están sobre la mesa. Cómo conciliar enseñanzas generales y más prácticas y tecnológicas por ejemplo, y cómo preparar a los ciudadanos para que puedan ejercer una ciudadanía responsable al final de su formación secundaria.

en los últimos meses hemos tenido muchas recordaciones relacionadas con el quehacer educativo: Domingo Faustino Sarmiento, una de las figuras determinantes de nuestra historia, cuyos pensamientos y acción han ejercido una poderosa influencia sobre la vida nacional. Por su naturaleza y por la época que le tocó vivir, de construcción del Estado moderno, fue polémico pero poco amante de los grises. Ocupó un lugar relevante, especial, propio.

En la acción y el pensamiento de Sarmiento subyace el amor por la vida, porque el objeto de su misión era la idea de un futuro en el que se sucediesen las generaciones que pudieran cultivar su propio interior. Un cultivo de la mente basado en el sentido del pasado, del presente y del porvenir.

El papel del maestro, profesor o docente para Sarmiento tenía, en la cosmovisión del prócer, la misión de guiar al educando hacia su propio autodescubrimiento.

Así como el 11 de septiembre se recuerda el "Día del Maestro”, el 17 de septiembre es el "Día del Profesor”. El 17 de septiembre de 1894 murió José Manuel Estrada, maestro excelso y orador magnífico. Con principios rectores fuertemente establecidos, con un orden de doctrina expuesta en método severo y en deslumbramiento de forma, así brindó su enseñanza. Fue para él, la educación, "un altísimo ministerio social en cuyo desempeño sacrificó el brillo de su vida y las solicitudes de la fortuna, el tiempo, el reposo, la salud y en momentos amargos, la paz y la alegría de su familia”.

Sus lecciones en la vieja escuela Normal contaron con absortos oyentes, algunos, viejos e ilustres maestros.

El 1872 se anuncia el gran orador parlamentario. El país salía de la guerra del Paraguay y marchaba a la guerra civil. El ayer se llamaba Mitre; el hoy era Sarmiento y el mañana sería Avellaneda.

Estrada eligió para sus conferencias el Dogma porque reflejaba el pensamiento de una de las más selectas generaciones argentinas que inició la reorganización jurídica del país y llegó al gobierno después de Caseros.

La idea y la presencia de Dios fueron en José Manuel Estrada, motor poderoso de su vida admirable, luz que alumbró los caminos de su existencia.

Ojalá el ejemplo señero de estos argentinos ilustres guíen el accionar del maestro, del profesor argentino. Custodien la organización institucional de las escuelas, colegios, institutos escolares para que funcionen respondiendo a toda normativa vigente y regidos por la ética y el deber ser.