"¿Por qué recordar el Holocausto? Porque el intento irracional de aniquilar de la faz de la Tierra a todo un pueblo debe ser recordado por todas las generaciones, a fín de que no se repita nunca más.''

Cada 27 de enero se recuerda el Día internacional de conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto. La Shoá, que en hebreo bíblico significa "catástrofe'' o "devastación'', es la irracional y sistemática masacre de un pueblo. El genocidio y pretendida aniquilación de los judíos que todavía hoy levanta clamores de protesta y gritos de repulsa en una humanidad horrorizada ante la matanza de 6 millones de víctimas inocentes.

La palabra "Holocausto'' proviene del griego "holo'' que significa total y "kaio'' que es quemar, es un término que originalmente hacía referencia a un rito religioso en el que se incineraba una ofrenda, pero que en la actualidad remite a cualquier desastre humano de gran magnitud, y especialmente, cuando se emplea como nombre propio, se refiere a la política de exterminio de los judíos residentes en Europa llevada a cabo por la Alemania gobernada por el nacionalsocialismo entre 1933 y 1945.

Cuando el régimen nacionalsocialista (nazi) alcanzó el poder en Alemania en enero de 1933, adoptó de inmediato medidas sistemáticas contra los judíos, considerados ajenos a la raza aria. Uno de los primeros decretos promulgados fue una definición del término "judío''. Recordemos que en "Mein Kampf'' ("Mi lucha''), Hitler compara continuamente a los judíos con "parásitos'' de los que hay que desembarazarse. Afirma que hay una "sangre alemana'' y una "sangre judía'' (lo que científicamente es absurdo) y que es necesario purificar a Alemania del judaísmo. La religión de los antepasados era un rasgo fundamental para decidir quién era judío y quién no. Todo el que tuviera tres o cuatro abuelos judíos era considerado como tal automáticamente, sin que se tuviera en cuenta si este individuo era miembro de la comunidad religiosa judía ni su lugar de nacimiento.

Este énfasis en el origen familiar se entendía como una afirmación de la "raza'' según la doctrina nazi, pero el propósito principal de estas clasificaciones era delimitar claramente a quienes afectaban las leyes discriminatorias.

Las deportaciones que se llevaron a cabo en toda la Europa ocupada por los alemanes generaron multitud de conflictos políticos y administrativos. El transporte de víctimas a los campos de la muerte solía hacerse por ferrocarril. Los trenes, formados por vagones de mercancías, se desplazaban lentamente siguiendo horarios especiales. Los enfermos y los ancianos solían fallecer durante el trayecto.

Los puntos de destino en Polonia eran Kulmhof (Chelmno), Belzec, Sobibor, Treblinka, Lublin y Auschwitz. Este último, próximo a Cracovia, fue el mayor campo de exterminio. El gas empleado en este lugar, a diferencia del de otros campos, era cianuro de hidrógeno y producía una muerte rápida. Las víctimas de Auschwitz procedían de toda Europa: Noruega, Francia, Países Bajos, Italia, Alemania, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Yugoslavia, Grecia y España, en este último caso principalmente republicanos españoles exiliados tras la Guerra Civil (1936-1939). Una gran parte de los presos de estos países, incluso aquéllos que no eran judíos, fueron empleados como mano de obra en industrias, algunos prisioneros fueron sometidos a experimentos médicos, sobre todo a esterilizaciones. Aunque lo habitual era que sólo se gaseara a los judíos y los gitanos, varios cientos de miles de personas internadas en este campo murieron a causa del hambre, de las enfermedades o las ejecuciones. Se construyeron enormes crematorios para incinerar los cuerpos de las víctimas y borrar las huellas del exterminio. Auschwitz fue fotografiado por aviones de reconocimiento aliados que buscaban objetivos industriales, y en 1944 se destruyeron las fábricas pero no las cámaras de gas. El número de víctimas de Auschwitz fue superior a un millón

Con motivo del 50º aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial el Papa Juan Pablo II recordaba la historia en su mensaje, de manera particular el Sumo Pontífice denunciaba unos hechos que no dudó en calificar de "vergüenza para la humanidad''.

Pero también reconocía que en medio de aquella tragedia hubo frutos de santidad, santidad de la Iglesia que manifiesta la vitalidad perenne, continua e incesante de la participación de sus miembros en la vida de Cristo como los sarmientos unidos a la vid participan de su savia vital (Jn 15).

En ocasión de la beatificación de Edith Stein, en Colonia (Alemania) el 1 de mayo de 1987, el Papa Juan Pablo II proclamó: "'La Iglesia propone hoy a nuestra veneración e imitación a la Beata mártir Teresa Benedicta de la Cruz, ejemplo de seguimiento heroico de Cristo. Abrámonos al mensaje que ella nos dirige como mujer del espíritu y de la ciencia que supo ver en la ciencia de la cruz la cima de toda sabiduría, como gran hija del pueblo judío y como fiel cristiana en medio de millones de hombres martirizados sin culpa. Ella vió como la cruz se acercaba a ella de forma implacable, pero no escapó atemorizada, sino que, animada por la esperanza cristiana, la abrazó con amor y entrega total.

Como ha dicho el venerado Cardenal Josepf Hoffner en su breve Carta pastoral: "Edith Stein es un regalo de Dios, una llamada y una promesa para nuestra época''.

En un nuevo acto de su Pontificado, el Papa Juan Pablo II la canonizó en octubre de 1998, confirmando y proclamando así al mundo su eximia santidad.

Edith Stein, judía, conversa, carmelita, importante filósofa cristiana, y mártir es una síntesis viviente de la compleja y crítica existencia del hombre de la cultura europea de la primera mitad del siglo pasado.

Ahora, ¿por qué recordar el Holocausto? Porque el intento irracional de aniquilar de la faz de la tierra a todo un pueblo debe ser recordado por todas las generaciones, a fín de que no se repita nunca más. El Holocausto de alguna manera nos obliga a replantearnos nuestra humanidad y el rumbo de la historia, aunque también nos abre el camino para nuevas maneras de hacer filosofía, y a su vez también para repensar y reflexionar un nuevo concepto de hombre.

Se trata de alzar todos juntos las voces sin distinción de sexo, raza, o religión, y decir "Nunca más Auschwitz''. Además, el Holocausto será siempre una advertencia para todo el mundo de los peligros del odio, el fanatismo, el racismo y los prejuicios.

La vida y obra de Edith Stein, la santa del Holocausto, que muere junto a cientos de miles de hermanos judíos el 9 de agosto de 1942 en Auschwitz, nos muestran cuan importante y enriquecedor es dialogar a pesar de nuestras diferencias. Que la hermandad entre todos los hombres no es una utopía sino algo viable, su vida así lo testifica.