Los defensores de Mao Tse-Tung o Pekín se resisten a aceptar a Mao Zedong o Beijing, las últimas romanizaciones de un idioma cuya transliteración de sonidos ha supuesto un reto para Occidente desde hace siglos, aunque el español conserva hispanizaciones que no van a cambiar.
El cambio del sistema Wade-Giles (Tse-Tung) al "pinyin" (Zedong) supuso para China todo un esfuerzo de romanización de sus ideogramas desde que en 1958 se planteó desarrollar un sistema destinado a unificar las distintas transliteraciones que fue adoptado por la Organización Internacional para la Estandarización (ISO) en 1979.
Hasta entonces, fue el método anglosajón Wade-Giles el que se impuso en el siglo XIX, una transcripción del dialecto de Pekín que utilizaba vocales según la pronunciación italiana o castellana y consonantes según la inglesa.
En su obra "El Imperio Chino" (1973), Herbert Franke ofrece una muestra de los innumerables intentos históricos por transliterar esta lengua compuesta por 409 monosílabos orales con los que se pronuncia un inmenso caudal de 47.201 ideogramas escritos o "hanzi".
Es decir, esta lengua de hasta 4000 años de antigüedad cuya forma actual ya estaba fijada en el siglo III aC y que es un factor de unidad en esa civilización sufre de abundancia de homófonos, ya que cada monosílabo oral puede llegar a tener hasta cientos de significados diferentes.
"En el pasado, el proceso habitual para la incorporación de un nombre propio extranjero en español era su hispanización, bien por su traducción al equivalente, bien por adaptación ortográfica y fonológica al español", explica la oficina de consultas de la Real Academia de la Lengua Española (RAE).
Así, en español se prefiere Confucio, el filósofo, frente a Kongfuzi, como Tomás Moro a Thomas More, porque estas formas "han pasado a formar parte del acervo de los hispanohablantes".
Por tanto, en aquellos casos en los que exista una forma tradicional, como las ciudades de Pekín y Nankín (Beijing y Nanjing), la provincia de Cantón (Guangdong) o el río Yangtsé (Yangtze), se recomienda la forma tradicional.
Sin embargo, reconoce la RAE, en una serie de nombres propios y topónimos la presión de la prensa ha conseguido que la forma tradicional y la pinyin "alternen en iguales o similares proporciones".
Es el caso de Mao Tse-tung o Zedong: "Desde el punto de vista de la corrección lingüística, ambas formas son igualmente válidas, aunque se prefiere el uso de la tradicional".
En el caso de optar por la forma pinyin, la RAE recomienda incluir entre paréntesis la tradicional.
Y en cuanto al orden convencional del sistema de nominación oriental, en el que el apellido precede al nombre de pila, "no debe alterarse en su traslado al español". Es decir, Mao es el apellido, como, en el caso del presidente chino, lo es Hu, y no Jintao.
La RAE, no obstante, se remite a centros universitarios especializados para resolver dudas concretas.