El término droga, se utiliza para todas las sustancias que una vez consumidas, tienen efectos dañinos sobre la conciencia, el estado emocional, las sensaciones y el razonamiento de la persona. Generando, un estado de dependencia y trastornos en la mente y el comportamiento, que se transforma con el tiempo en un síndrome adictivo. Se ha observado, que el consumo de drogas psicoactivas, le antecede y además prevalece en los jóvenes que se inician con el consumo de alcohol y de tabaco (Lucchese, Burrone, Enders, & Fernández, 2013).


La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), ha informado que la población entre los 15 y 64 años ha consumido alguna vez drogas ilícitas en un (3,5-7,0) %, y en Argentina en particular, en la población escolar, el porcentaje es del 5,8% para los alumnos de 14 años y del 28,3% para los de 17 años .


Un estudio realizado en Argentina, estableció que el alumno consumidor, lo hace porque se siente un par más de su círculo íntimo de consumo, y, por el contrario, el que no consume, argumenta encontrarse contenido por la familia y su decisión individual de no consumir. Asimismo, diferentes grupos de estudiantes, consideraron el consumo de marihuana, como menos perjudicial que el tabaco y otras sustancias ilícitas (Dirección de Observatorio de Drogas/Sedronar, 2016).


Las principales drogas consumidas en el ámbito escolar son, la marihuana, cocaína, heroína, anfetaminas y alucinógenos. Según un informe de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes (Endode), el 17,2% de ellos ha consumido alguna de estas drogas en su vida, el 12,2% en el último año y un 6,7% el último mes previo a la encuesta (Ahumada, Guzmán, Alonso, Gámez, & Valdez, 2017).


En un estudio de diagnóstico por imágenes, sobre 1.037 jóvenes en el ámbito escolar consumidores de marihuana, se observó que, todos ellos presentaban un deterioro cognitivo y alteraciones anatómicas en el cerebro. Mediante otras técnicas, se comprobó además, déficits neuropsicológicos generalizados, los que no se revirtieron, después de un año de dejar de consumir la droga (Rojas Valero, 2013).


Dentro de las consecuencias sociales, el consumo conduce, al mal desempeño y abandono escolar, a la falta de productividad laboral, al desempleo, delito y violencia. Se ha establecido en estudios empíricos, que el 50% de los homicidas, se encuentra baja la acción de drogas ilícitas, como así también y en el mismo porcentaje, los que ejercen violencia contra la mujer (Organización de los Estados Americanos/OEA, 2013).


Es preocupante también, las drogas que consumen los jóvenes de estratos sociales más vulnerables. Estos incluyen disolventes, gasolina, pinturas, líquidos correctores y pegamentos. Estos niños, están expuestos en gran parte a abusos sexuales y maltratos físicos, por lo que la drogadicción, atenúa en parte la insoportable condición de vida que atraviesan.


Las estrategias más eficaces contra el consumo de drogas son, por un lado, que los jóvenes sean contenidos por sus familias, escuelas y movimientos o comunidades que puedan hacerlo. Asimismo, la intervención temprana en jóvenes que ya han incurrido en el consumo, y las campañas de prevención de parte de los estados y otros organismos no debe decaer, manteniendo una lucha implacable contra este flagelo social.


Se sugiere además, y particularmente, que se implementen en los colegios, programas de educación preventiva, poniendo énfasis principalmente en la dependencia y deterioro tanto cognitivo, anatómico como social que el consumo de drogas ilícitas ocasiona (Centurión Viveros & Rodríguez Riveros, 2017).


Por el Dr. Claudio Larrea - Rector de la Universidad Católica de Cuyo.