Estatua de Montesinos en Santo Domingo rememora el histórico sermón del fraile.

"Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido".


El sermón que pronunció el fraile Antón de Montesinos el 21 de diciembre de 1511 en Santo Domingo, tuvo clara contundencia. Aquí citamos sólo una breve parte y el dominico expresó: "Los indígenas son seres humanos, hijos de Dios. Son dueños en pacífica posesión de sus tierras. No se los puede esclavizar ni servirse de ellos en contra de su voluntad, ni, por supuesto, maltratarlos o matarlos. Hay que predicarles el evangelio y acogerlos con misericordia.


Por tanto, si los españoles persisten en los repartos de sus bienes y personas, que son la negación de todo lo que estaban obligados a hacer con los indígenas, no pueden ser válidamente absueltos y se condenan sin remedio.


La primera cuestión apunta a la humanidad de los diferentes y por consiguiente a la dignidad de la persona. En concreto el sermón sostiene que, como verdaderas personas humanas, los indígenas son sujetos de derecho.


Esta cuestión procede del derecho de gentes, que trabajaba por aquellas fechas la universidad de Salamanca, famosa por iniciar el tratamiento sistemático de estas cuestiones, entre los que destaca Luis de Vitoria, padre del derecho internacional. Desde esta perspectiva el derecho de gentes es una respuesta a las cuestiones éticas que suscitaba el descubrimiento y colonización por parte de Europa. 


Ahora bien, era totalmente distinto exponer esa doctrina en un aula, del que formaban parte los intelectuales, que gritarla desde un púlpito a los que la estaban conculcando.


Hay que recordar que el humanismo renacentista, de raigambre grecorromana, sólo reconoce la humanidad del individuo emancipado en el burgo, la del burgués, y se ve obligado a reconocer la de los nobles. Los españoles de La Española se la reconocen a sí mismos, que se tienen por hidalgos, con capacidad plena para decidir de sus vidas.


Montesinos predicaba la absoluta necesidad de la caridad en el trato. En el designio de Dios, todos somos hijos en su Hijo y por tanto hermanos unos de otros.


El sermón de Montesinos tuvo tanta influencia, no sólo por lo que dijo sino, por decirlo con coraje.


Hoy también hay modernas esclavitudes que reclaman nuestro coraje profético: amenazas a la vida por nacer y la cultura del descarte del adulto mayor, las adicciones y sus mercaderes, la Trata de personas, el sometimiento al desvalido, a la discriminación, etc. El Evangelio nos impulsa al ardor misionero.