Le debo mucho a la docencia. Y no hablo de logros económicos ni de ascensos en la resbaladiza cumbre de los cargos. Me refiero a la satisfacción alcanzada cuando logramos acompañar procesos de crecimiento de alumnos. Es mayor humanismo el capital enriquecedor, que brinda la docencia.
Esa vocación me ha permitido conocer a jóvenes batiéndose en verdaderas luchas internas tratando de construir sus propios caminos. Y en este desafío, siempre aparecía el mismo reto personal: seguir las reglas de la bandada o emprender vuelo lo más alto posible.
No es afán exclusivo de los jóvenes. Más de una vez nos encontramos en nuestra adultez, viviendo el mismo dilema. Sólo que, en la etapa de formación para la vida, esa decisión puede marcar la historia personal.
"Es en las aulas donde deben consolidarse identidades sólidas, capaces de romper con la mediocridad…”
La decisión no es fácil. Hace falta actitud, templanza y fortaleza para emprender vuelo y no quedar anclados en el llano. A veces es tanta la resistencia que no visualizamos que este es el momento y esta la historia desde la cual podremos desplegar las alas al viento.
En ese sentido, el rol del docente nunca será el de doblegar la decisión del alumno. Lo diré una y otra vez, el aula no es lugar de adoctrinamiento, sino de educación de la voluntad para el ejercicio de una libertad responsable.
Nuestras murallas
Este desafío encuentra como escollo la muralla de la mediocridad que achica el horizonte y tira hacia abajo. Efectivamente, para muchos no es vivir lo que importa sino sobrevivir. Cómo la bandada de gaviotas de las que habla R. Bach en su memorable libro Juan Salvador Gaviota (1970): "la mayoría de las gaviotas solo se molestan en aprender las normas de vuelo más elementales: cómo ir y volver entre playa y comida// Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo qué importa, sino comer”.
El docente debe estar en las antípodas de ese pensamiento, para lograr en sus alumnos autonomía de vuelo y poder así mostrar metas altas.
Emprender vuelo implica vencer miedos y cortar lazos con la mediocridad que nunca fue buena consejera. Por eso el precio suele ser alto. Juan Salvador Gaviota fue exiliado como castigo a su sueño de encontrarle un sentido al volar, que no fuese simplemente alimentarse. Con su actitud desafiaba las normas de la bandada. Había hecho suyo el refrán: gaviota que ve lejos, vuela alto. El resto de las aves se la pasaban en tierra, graznando y luchando entre ellas. El mayor desafío de Juan era mostrarles el horizonte donde habitan las utopías y los sueños más inspiradores. Pero, ¿cómo mostrarles el cielo si ni siquiera podían ver los extremos de sus propias alas?
Suele pasarnos que, encerrados en limitaciones, reales o ficticias, pero vividas como pesadas mochilas nos imposibilita buscar horizontes más lejanos. Tal vez ese sea el propósito más noble del docente: enseñarles a mirar lejos para volar más alto.
De sirenas y gaviotas
Todo esto choca con una sociedad que premia el facilismo, subestima los méritos y nivela para abajo. Y cuando digo sociedad, incluyo a la política en general (salvo nobles excepciones) con mensajes a los jóvenes más parecidos al canto de sirenas que seduce y quiebra la voluntad, que al vuelo inspirador de las rebeldes gaviotas de Bach.
En esto, la ceguera de la política es atroz. Efectivamente, las nuevas generaciones ya no compran el mito de las sirenas. Ello explica por qué actualmente el 70% de los jóvenes de 16 a 24 años preferiría vivir en otro país, según datos de una encuesta realizada por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y la consultora Voices. Un dato a considerar es que de ese 70% de jóvenes, el 63% cuenta con educación superior.
Estos datos evidencian una falta de optimismo hacia el futuro y una pérdida del valor de las utopías, cuando Argentina no deja de ser una hermosa utopía a alcanzar. Apostar a ese sueño es trabajar por el futuro. Y es en las aulas donde deben consolidarse identidades sólidas, capaces de romper con la mediocridad, creer en el valor de las utopías y lanzarse con coraje a buscarlas.
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora Instituto de Bioética de la UCCuyo
