"Anoche intentaron asesinar al Presidente”. Así titulaban los diarios de Buenos Aires, hace 145 años, sus ediciones matutinas.
Una de las consecuencias de la incomprensión política que deriva en violencia y rebelión, fue el intento de asesinato del presidente Domingo F. Sarmiento en la noche del sábado 23 de agosto de 1873, instigado por Ricardo López Jordán.
El hecho ocurrió en la esquina de las calles Corrientes y Maipú, cuando el coche del Presidente pasaba por allí en dirección a la casa de Aurelia Vélez Sarsfield, se escuchó una fuerte detonación y se vieron dos hombres que huían entre las sombras. Los caballos se encabritaron y el cochero, sin saber muy bien lo que ocurría, aceleró la marcha para llegar rápidamente a destino. Sarmiento, que ya entonces sufría una severa sordera, no oyó ni alcanzó a ver nada. Se enteró de lo ocurrido unos minutos después cuando fue anoticiado por el Jefe de Policía, a la vez se le informó que los magnicidas estaban presos y habían confesado su delito.
A pesar de las numerosas amenazas que había recibido contra su vida y las advertencias de los servicios de seguridad, Sarmiento se trasladaba sin custodia ya que sostenía que "contra un asesino alevoso no hay preocupación que valga…cuanto más se guardó Lincoln fue cuando lo asesinaron” .
Los autores del atentado fueron los hermanos Guerri. El intento fracasó porque los agresores habían cargado en exceso sus trabucos, uno de los cuales les reventó en la mano. El análisis químico efectuado después reveló que las balas estaban envenenadas con sublimado corrosivo y los puñales con sulfato de estricnina.
Las investigaciones llevadas a cabo por la justicia permitieron conocer más detalles del hecho. De esta manera se supo que los autores habían actuado por encargo de López Jordán. Se trataba de los hermanos Francisco y Pedro Guerri y Luis Casimiro, italianos de 20 y 22 años, marineros de un buque de carga anclado en el puerto, quienes habían sido contratados por un tal Aquiles Sesaburgo, un agente de Carlos Querencio, hombre de confianza de López Jordán radicado en Montevideo. Él les había prometido 10.000 pesos de paga si lograban matar al presidente.
Mientras en Buenos Aires se seguía el proceso a los detenidos, en Montevideo, Sesaburgo fue asesinado por Querencio, que logró huir.
Años después Sarmiento recuerda este triste suceso y declara haber escapado de la muerte, por un favor especial de la providencia.
El peligro real no era tan solo de perder la vida, sino el género de muerte que le preparaban.
Los tres asesinos italianos presos, convictos y confesos eran movidos por otro italiano Aquiles, que puede llamarse el empresario. Estando éste en descubierto y a punto de caer en manos de la Policía, fue llamado en Montevideo a casa de don Querencio, médico y autor principal del crimen y asesinado por él mismo con cuatro tiros de revólver dentro de su escritorio, y ayudado por otro cómplice.
Estos dos, de acuerdo a lo que declararon, lo habían muerto porque Aquiles intentó matar a Querencio. El cuento es demasiado absurdo; pero así ha pasado y el instigador Querencio ha logrado, dándole muerte, silenciar el que fue instrumento y el agente del atentado. Todo esto pasa en Montevideo y es obra de Jordán… Obras Completas. Tomo XLIX. Página 274.
Por la Prof. Valeria Sacchi
Responsable del Área de Investigación Museo y Biblioteca – Casa Natal de Sarmiento.