La tierra late, vibra, en las entrañas mismas de la roca, al compás de 33 corazones signados por un número bíblico.

Son mineros, cayeron hace casi un mes en un profundo terraplén y por no tener a su alcance una escalera de salida hacia la chimenea de escape se encuentran en una dramática situación de vida. Sin embargo, el centro mismo del problema es mantenerlos vivos, sanos, atentos, contenidos.

Sus familias los acompañan desde el exterior dándoles fuerza y estímulo. No en vano el sitio donde están se llama "Esperanza" y ellos esperan, de ahí la etimología de la palabra, aguardan con la alegría incontenible por haber sido encontrados.

Meditan con la mirada en el futuro, quizás errante, tal vez hasta llena de lágrimas, de miedo, pero con una valentía que los hace sobrevivir como un grupo guiado por el líder más antiguo quien corrobora una vez más que la experiencia de los años da otra visión a las horas más angustiantes y siembra capacidad donde hay vacío e incertidumbre.

Estos seres se agitan ocupados en tareas planificadas, a lo mejor para no pensar, para evadirse, para proseguir sintiéndose unidos en el infortunio pero con el anhelo de superar todos los obstáculos.

Ese empeño por vivir los hace grandes, los hace héroes, perseverantes y magníficos. La noticia corre por todos los rincones del mundo y el latido no cesa, no se detiene.

El pueblo chileno con su presidente Sebastián Piñera nos da un ejemplo de elevada moral en la horas más difíciles.

Su acción se caracteriza por una alta ejecutividad, un excelente asesoramiento y una presencia constante junto a su pueblo que no se aparta, donde por un hueco profundo se envían los primeros auxilios guiados.

El apoyo material y espiritual es permanente a cargo de expertos de ese país y de la NASA.

La tierra se estremece y un sismo pone en peligro la vida de los 33 mineros que saben de todas esas vicisitudes porque es un oficio duro, áspero que no paga el dinero, pues el riesgo es a veces asfixiante.

El latido de la tierra nos advierte sobre muchos peligros; la prudencia del hombre debe estar fundada en una estrategia de prevención y luz; no los faros que hoy iluminan la caverna donde como en la prehistoria están los humanos sino con la habilidad del especialista que debe calcular el costo-beneficio de cualquier obra, teniendo en cuenta los daños y los posibles accidentes porque las utilidades se esfuman; los hombres mueren y la tierra vuelve a ganarle terreno a quienes se atrevan a desafiarla.