"Los principios universales son válidos en todo tiempo y lugar. No importa qué nos mueve a cumplirlos, lo importante es hacerlo y nunca dejar pasar el momento oportuno para actuar correctamente. Sólo si somos capaces de enseñarles a nuestros hijos a distinguir lo que está bien de lo que está mal, y de transmitirles una cultura de la ética y del trabajo podremos formar una sociedad más justa, un país y una región donde valga la pena vivir''. Estas citas directas son de Alfredo Alberto Román y están en su libro "El Legado''. Reflexiones para lograr una sociedad mejor. Trabajo - Ética - Familia. Ed. Aguilar. Julio, 2011.

Este hombre, nieto de inmigrantes españoles logró construirse a sí mismo como uno de los empresarios más importantes de la Argentina. A los 14 años empezó a trabajar como aprendiz en un taller mecánico. A los 18 años compró su primer camión. Una década después tenía la flota de transporte pesado más grande del país.

Su carácter innovador lo llevó a buscar nuevos desafíos y a extender sus actividades a ingeniería, la construcción, la metalúrgica, los negocios marítimos, la restauración ambiental, las finanzas, los seguros, la actividad portuaria y logística. En los últimos 50 años sus empresas participaron en casi todas las grandes obras de infraestructura. También fundó el primer puerto de "containers'' sistematizado del país, catalogado entre los 10 mejores del mundo, cuyas operaciones abarcan un tercio del comercio marítimo argentino. Ha extendido además el alcance de sus negocios a casi todos los países de América latina y a los Estados Unidos.

Desde la presidencia de la Fundación para el Trabajo y Desarrollo Humano, su principal misión hoy en día es lograr que la dimensión económica que ha desarrollado y la cultura de trabajo fundada sobre valores que ha sustentado trasciendan los límites de su familia, beneficiando a las futuras generaciones y a la comunidad.

El prólogo de esta producción es de Rodolfo Terragno quien se refiere a las autobiografías "tan abundantes en el mundo anglosajón pero escasas en nuestra cultura; al menos a partir del siglo XX''. Y agrega que el purgar una autobiografía de lo superfluo permitirá extraer informaciones valiosas o lecciones útiles.

"Las autobiografías de Harry Truman, Franklin Roosevelt, John Kennedy, Richard Nixon y hasta Ronald Reagan ayudarán a quien procure desentrañar la historia de los Estados Unidos en el siglo XX''. "Del mismo modo, la comprensión de la Independencia argentina y la organización nacional se ve facilitada por las memorias de Manuel Belgrano, Manuel Alejandro Pueyrredón, Vicente Fidel López, José María Paz, Lucio V. Mansilla, Domingo F. Sarmiento o Bartolomé Mitre''.

No pasó lo mismo cuando uno quiere reconstruir el Siglo XX. Entre 1900 y 2000 ningún presidente argentino escribió su autobiografía. A lo sumo, unos pocos dejaron módicos esbozos.

En el libro de referencia, Alfredo Román narra su vida desde que era aprendiz de mecánico y estudiaba electromecánica de noche. Perforó pozos de petróleo en la Patagonia, enfrentando a las multinacionales de la construcción, desarrolló el mayor sistema de logística que tiene el país y levantó un moderno puerto de contenedores.

Rodolfo Terragno, en el prólogo de la autobiografía de Román se refiere a su relación con el empresario cuando fue ministro de Obras y Servicios Públicos de la Nación y acompañaba al presidente Raúl Alfonsín, a firmar el Tratado de Relación Asociativa Particular: un acuerdo propicio para la Argentina.

Lo califica como una defensor sincero de la democracia; un defensor de la economía productiva. Se opuso a la privatización indiscriminada y opaca de los años noventa. A la devaluación del peso, que llevó al país, en 2001, a la pérdida del crédito internacional, el "default'', la devaluación forzada y una crisis política, económica y social.

El escritor inicia su discurso con una carta al lector donde a través de una narrativa atrapante, entre otras valiosas consideraciones expresa que su diagnóstico es muy simple porque Argentina no atravesó las vicisitudes que han sufrido otras comunidades no obstante no estamos comprometidos plenamente con el destino del país y con la lucha para erradicar la corrupción y dice: "Debemos bregar por una sociedad en la que existan premios y castigos, en la que el sistema jurídico sea absolutamente independiente, rápido y efectivo. Si el Poder Judicial es fuerte y autónomo, las instituciones republicanas estarán a resguardo y sólo podrán ser lideradas por hombre íntegros, con su fuerte sentido de patriotismo''.

Conceptos como éstos son imperdibles en este momento en que, a gritos necesitamos recuperar valores subvertidos. "Valores sólidos'' dice el autor. Modelos y estructuras sociales que perduren en el tiempo, que se instalen en los sentimientos más profundos y que se constituyan en el hábito de vida de los ciudadanos. Y esa recuperación debe comenzar por casa.