El propósito de esta nota es descartar la superioridad moral que se atribuye a la palabra "inclusivo" al mencionarla respecto del lenguaje. Si algo es "inclusivo" debe entenderse que lo demás es "exclusivo", es decir, que esto "exclusivo" aplica sólo a una parte del todo y no al todo. Por tanto, lo "inclusivo" sería lo que refiere al todo y no a una parte, de ahí la supuesta superioridad moral. Esto es un error. La comunicación entre seres humanos se establece mediante símbolos sean estos emitidos como dibujos, letras, palabras, o como sonidos, voces, lenguajes hablados.

Hay tres elementos indispensables para que el proceso de comunicación se establezca: 1- debe haber una cosa, un objeto, una persona, etc., 2- debe haber un símbolo, palabra escrita, sonido etc. que la represente y 3- una persona, un ser humano que entienda la relación entre ese símbolo y la cosa. La cosa, el símbolo de la cosa y la persona que asocie a ambos. Para evitar dudas de todo tipo, hemos desarrollado la semiótica, que es una ciencia que se divide también en tres disciplinas: la semántica, que hace referencia al significado; la sintáctica, que establece las relaciones entre los símbolos de una frase y la pragmática, que entiende a las distintas formas en que diferentes poblaciones aplican esta relación.

Los lenguajes han ido cambiando con el tiempo y más lo están haciendo ahora en que las nuevas tecnologías han hecho reaparecer, entre otras novedades, las abreviaturas, que se usaron mucho cuando se escribía a tinta y con la pluma de un ave. En aquél momento era muy trabajosa la tarea de cualquier mensaje y era costumbre que cada palabra se escribiera completa una sola vez en una carta y luego se usara su abreviatura para ahorrar espacio y tarea. Hoy nos apura la ansiedad, la causa ha cambiado pero el resultado es el mismo, volvimos a la abreviatura.

Esto es sólo un ejemplo, otro de los cuales puede ser el uso de anglicismos o hispanismos o como se llame a costumbres aplicadas en lugares donde conviven en vecindad distintos idiomas, como el divulgado "spanglish" tan corriente en el norte de centroamérica o el sur de USA.

En la medida en que las personas entiendan de qué están hablando y que el mensaje resulte lo más unívoco posible (a diferencia de lo equívoco), poca importancia tiene que se use una letra u otra. Es absurdo suponer que la letra "o" tenga tendencia machista o que la "a" feminista o que la "e" implique diversidad sexual.

Hasta ahora, se ha establecido algunas reglas en las cuales la "o" de "todo" incluye al conjunto completo del universo que se trate, pero eso puede cambiar por el uso en el tiempo sin que se deba atribuir (la sola mención suena graciosa) una cierta posición dominante a esta letra sobre la "a" o sobre la "e" o sobre la "x".

Suponer que en el pasado se diera a cada letra una connotación de superioridad o hegemonía de un sexo padece de severas contradicciones.

La palabra "hombre" termina en "e" "mujer" en "r" aunque podría decirse que también en "e". Otra contradicción evidente es que muchas de las personas que asignan a la letra "e" mejor categoría moral que a la "o" son las mismas que prefieren se diga "presidenta" cuando el cargo es ejercido por alguien del sexo femenino.

Ya que estamos, el sexo femenino debería pasar a llamarse "sexa femenina", lo cual, por nuestra costumbre ancestral, suena raro. Ni hablar cuando consideramos otros idiomas, por ejemplo el inglés da el mismo final para "man" y "woman" y en ambos prevalece la "a" sin que en esos países se haya escuchado el snobismo que por aquí.

No parece mal que ciertas universidades dispongan cambiar las reglas actuales de gramática y sintaxis para recibir los trabajos de investigadores y estudiantes.

Lo que no conviene admitir es que eso sea mejor que lo que estaba o que sea más práctico o más justo. No es ni mejor ni peor en la medida en que esos trabajos no salgan hacia otros ámbitos en los que pudieran no entenderse. Si los trabajos fueran científicos sería necesario, en todo caso, que acompañaran con un traductor o una aclaración al pie de cada página.

Shakespeare se manejaba con 20 mil palabras, 3.500 de las cuales había inventado él. Hoy los eruditos se están manejando con unas 2.500 y los más jóvenes en unas 600.

La tendencia no parece ir hacia la complejidad sino a la simplificación. Cambiar cosas para complicarlas no parece ser algo de la época actual.

Un caso gracioso es el de la propaganda por TV de uno de los Frentes de la reciente elección. Visto que lleva a una mujer como candidata a vice, se la denomina "Vice PresidentA", no así al candidato al más alto cargo a quien, siguiendo la lógica que se intenta instalar, debería nombrarse como "PresidentO" dejando de lado la letra "e" que bien hubiera encajado mejor para los dos.

Sobran ejemplos de lo extraño que sonaría llamar a las mujeres "dibujantas", "estudiantas", etc. Desde ya que, si esta sustitución de la "e" se eligiera como nueva regla, la regla debería ser general, caso contrario sería necesario discriminar con prolijidad cuándo debiera usarse el modismo y cuándo no. Surge aquí que, aparentemente, deberíamos cambiar la "e" por la "a" sólo cuando una mujer ocupa un cargo de poder, lo cual se aleja del principio de "inclusión" o "igualdad de género", más bien, si es que la "o" representara cierto machismo, la "a" quedaría desacreditada por la misma razón, o sea, un machismo inverso o feminismo.

Bien dijo alguien que no es conveniente confundir desigualdad de género con gramática, esto parece más un snobismo de los que bien podría haber incluido Bioy Casares en su Diccionario del Argentino exquisito.