Los niños llegan a la escuela condicionados por relación con sus padres, quienes no actúan como tales sino que se comportan como si fueran pares o amigos. Esta actitud se debe a veces a las propias experiencias con sus padres autoritarios que no tenían respeto por ellos obligándolos a hacer su voluntad sin escucharlos; lo que los obliga a consentir a sus hijos como modo de compensación.

También puede tratarse de la actitud irresponsable de padres ausentes, que no son capaces de asumir su rol o de padres que descargan sus resentimientos por haber sufrido maltratos en su infancia. La autoridad es un rol, y no representa una posición de poder ilimitado sino que es un papel intransferible que debe desempeñar todo aquel que tiene la responsabilidad de educar a su hijo.

Hoy en día muchos niños no tienen figuras paternas significativas, porque sus padres no saben o no quieren asumir su rol, por lo tanto, esos niños, no reconocerán ninguna autoridad a ninguna persona mayor, sea quien sea, ni les inspirará ningún respeto, ni llegará a tener la relevancia necesaria como para identificarse con ellos.

Es importante que un niño desde pequeño aprenda a tomar algunas decisiones que le competen de acuerdo a su nivel, pero no es posible obligarlo a elegir sobre temas sobre los cuales no están capacitados para discernir y que solo deben ser responsabilidad de un adulto. A muchos padres les falta firmeza, no son fieles a sus propias decisiones, cambian, se contradicen y no tienen la fortaleza de mantener sus propias convicciones.

Los padres son modelos para los hijos y es imposible identificarse con un modelo que cambia de valores a cada rato.

Los niños se comportan en la escuela como en su casa y copian la forma de conducirse que tienen sus padres. Si un padre no respeta a la autoridad ni las leyes su hijo hará lo mismo y se rebelará contra toda norma, regla o imposición institucional.

El trato que los padres tienen entre si es un patrón de comportamiento que imitarán sus hijos para relacionarse con las personas que los rodean y con sus maestros.

Las sanciones disciplinarias deben existir tanto en el hogar como en la escuela, que no representan castigos sino que son las consecuencias del no cumplimiento de las reglas. Al tener conciencia de que cada acción tiene su consecuencia, los niños adquieren el sentido de responsabilidad para hacerse cargo de su propia conducta y aprenden que no basta con disculparse o arrepentirse, con intentar reflexionar con el alumno sobre su falta de respeto o su conducta antisocial, es necesario que cumpla una sanción, que haya una respuesta concreta frente a la irreverencia, el atropello, la burla, el desprecio por las diferencias y la falta de disciplina, para que pueda tomar conciencia que la convivencia es imposible en una sociedad donde no se cumplen las reglas, porque la violencia engendra violencia y siempre se vuelve contra uno mismo.

En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer ("Habla bajo”) antes de lo que no debe hacer ("No grite”). Padres autoritarios dan más órdenes "no”, mientras los demás están propensos a aplicar el orden con el "hacer”.

Cuando decimos "quiero que te vayas a la cama ahora mismo”, estamos creando una lucha de poder personal con el niño. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: "Son las 8, hora de acostarse”.

Cuando una persona entiende el motivo de una regla, como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño el porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón para el orden ayuda a los niños a que desarrollen valores internos de conducta o comportamiento. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifieste la razón en pocas palabras.

Siempre que aplique un límite al comportamiento de un niño, intente indicar una alternativa aceptable. Por hacerlo sonará menos negativo y su hijo se sentirá menos desaventajado.

Una regla puntual para una efectiva puesta del límite es evitar una regla repetitiva. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si da a su hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.

Es necesario que dejemos claro para nuestros hijos que nuestra desaprobación está relacionada a su comportamiento y no directamente a ellos.

Cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos a sus niños. Necesitamos llevar calma, y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina es básicamente enseñar al niño cómo debe comportarse.