"Todas las sucesiones son dolorosas", suele decir el bloquista Enrique Conti. Y relata, con un nivel de detalle envidiable, cuando en el año 1985 Leopoldo Bravo se retiró de la gobernación de San Juan enojado con el mundo por haber perdido las elecciones legislativas. "Reunió a los miembros de su gabinete y les dijo que renunciaba. Después se tomó el 6, que pasaba por la puerta de la Casa de Gobierno, y se fue a su casa en colectivo", cuenta el experimentado "Patón". Y recuerda una frase de Bravo que le quedó marcada a fuego: "Cuando el pueblo te da la espalda tenés que reunir a los amigos que te acompañaron en la carrera política, brindar con champán e irte". En verdad, lo que hizo Bravo tuvo pocas imitaciones. Tal vez la única la haya protagonizado Jorge Escobar, y probablemente, José Luis Gioja desde el viernes pasado. Ojalá el diputado nacional se haya dado cuenta que empieza un ciclo nuevo y que en esta nueva etapa no puede ni debe ser protagonista. Y ojalá el nuevo conductor, Sergio Uñac, sepa que tiene que encontrarle un rol a Gioja, porque Gioja no se va a ir a darle de comer a las palomas en la Plaza 25 de Mayo de un día para el otro. Uñac ejecutó el plan que trazó en los tiempos que se lo propuso, y hoy conduce a pleno. Veremos si cumple con las expectativas.

Lo que ha ocurrido es típico de la forma de conducir de Sergio Uñac, y bien vale un repaso de su vida institucional para reforzar la afirmación: cuando su padre Joaquín gobernaba Pocito, él le ayudaba. Cuando le tocó a él manejar ese departamento, ya sabía qué tenía que hacer, y lo planificó desde el principio. "Identificar el escenario", suele decirle a sus colaboradores. Con Joaquín habían focalizado el trabajo en los sectores más populares, dejando a otros sin atención. Uñac se dio cuenta y cambió de rumbo, lo amplió y finalmente llevó su propia gestión a un nivel de aceptación que no registraba antecedentes hasta ese momento.

Después, en la Cámara de Diputados, se dio cuenta que era un Poder del Estado que había quedado lejos de la gente y empezó a colaborar con asociaciones intermedias, lo que le dio un espacio político importante, sobre todo entre los deportistas y los dirigentes vinculados al deporte. Revirtió la imagen de la Legislatura y reforzó la suya a la vez. Salió de Pocito y se provincializó. Y ahora en el Ejecutivo su objetivo desde el comienzo fue controlar la interna. Uñac creyó que si no podía frenar las arremetidas de Gioja o Ruperto Godoy, entre otros, no podría gobernar, y se abocó a eso. Muchos, incluso varios que aún están a su alrededor, le criticaron esa estrategia y le dijeron que había precipitado la interna sin necesidad, ya que Gioja y Godoy iban a ir cediendo por imperio de la naturaleza. Pero siguió y logró el control que buscó. Etapa superada. Ahora necesita los votos.

El cambio de ciclo que ha empezado estará atado al resultado de las elecciones de este año. La guerra sigue ahí, muy cerca. Según algunas mediciones, Roberto Basualdo sigue creciendo en intención de voto, aunque hay que ver cómo le cae a la gente cuando sepa que vuelve a postularse. Y parece asomarse muy fuerte Marcelo Orrego para la elección general de 2019. El Partido Justicialista tiene que encontrar la paz rápidamente para poder abocarse a competir hacia afuera. Orrego puede ser un caso serio si no se dedican a él, aunque aún hay que saber si él quiere ir más allá y cuál es su plan para la provincia, si es que lo tiene. Y aún no se sabe qué pasará a nivel nacional, es decir, a qué peronismo pertenecerá el peronismo sanjuanino. Al de Cristina Fernández, al de Sergio Massa, al de Juan Manuel Urtubey, si es que el salteño se convierte en candidato. Todo eso aún está sin resolverse. Justamente, ese alineamiento nacional es una de las razones por las que Sergio eligió a Rubén, su hermano, para el Senado. El Gobernador necesita la ayuda de un perfecto complemento que pueda sortear y hasta aprovecharse del lío del PJ, un partido al que le está costando encontrar el norte. Nadie mejor que su propio hermano para latir en primera persona los proyectos nacionales y cómo va a ir perfilando la inesperada solución a los dramas internos del PJ. Rubén ya demostró, cuando le tocó ser diputado nacional, que puede manejarse en los enredos de la Nación. Es, sin dudas y por más que a varios les cueste reconocérselo, autor de gran parte de las estrategias políticas oficialistas en este año y medio. Y, obviamente, de ganar, será la representatividad de la provincia en la Cámara Alta, lo que hoy no ocurre.

Los desafíos aún son muchos. Uñac tiene que mantener al peronismo en donde está, muy alto, que es el lugar en el que lo dejó Gioja. La época es distinta, y los rivales también, pero el peronismo espera lo mismo de cualquier conductor, la victoria. No aceptan a nadie que pierda elecciones. A nadie le importa que Uñac tenga que vérselas en figuritas para calmar la sed de sangre de Gioja, de Godoy y varios otros dirigentes que reclaman la cabeza de Mauricio Macri en cada discurso que dan y, a la vez, poner la cara en los pasillos de la Casa Rosada para mantener la provincia a flote. El actual senador ya pidió un compromiso público de los candidatos, ante temas que el macrismo considera clave. Y el diputado nacional dijo que quiere que los nuevos legisladores se paren enfrente de la Nación. Al pocitano le costará unificar el discurso con sus colegas, pero lo deberá hacer.

Para lograr mantener la estabilidad política, Uñac tiene que asignarle un rol a cada perdedor. Deberá ubicar a Gioja y a Godoy en algún lugar de su agenda. Creo que ni siquiera el pocitano sabe cuál será ese sitio, pero lo tiene que hacer. El caso de Godoy es más sencillo, porque se queda sin espacio y un lugar en la administración de la provincia podría ser una solución. El problema sigue siendo Gioja. El ahora diputado mantendrá su lugar en la Cámara baja de la Nación, pero más allá de la tarea institucional, Uñac debe acomodarlo a su andamiaje político. Gioja tiene que volver a encajar en la sociedad, en la construcción del partido, en la estructura. Claro, todo dependerá de la suerte del legislador en la Justicia, porque no hay que olvidarse que por ahora está enmarañado con esos problemas, y la política no puede sortear ese escollo. No puede Uñac interferir en ese problema de Gioja, y la Justicia no puede estar sometida a los tiempos políticos, como evidentemente ha ocurrido en el caso del exgobernador. 

Si Uñac logra ganar esta elección con autoridad, estaremos asistiendo los sanjuaninos a una especie de nacimiento de otro fuerte liderazgo, porque de ahí a ser reelecto, hay muy poco camino. Y ahí se consolidará el nuevo ciclo.

 Ojo, las internas no solamente están en el PJ. Y también es un problema del Gobernador. La bloquista Graciela Caselles deberá entender que ella también debe dejar lugar a las nuevas conducciones. No hay Caselles más allá de 2019. Nunca estuvo en los planes de este año y se equivocó al emprender una batalla que complicaba el armado general. La renovación debe alcanzar a todos los casilleros, dentro del peronismo, como fuera de él, si es que quieren conservar la sociedad. En definitiva, el bloquismo es el primer partido que tiene que aprender de su líder histórico.

Bravo se fue a su casa. En 1963 se convirtió en gobernador de San Juan por primera vez, pero el golpe militar de Juan Carlos Onganía no dejó que completara su mandato, estigma que lo castigaría dos veces más: en 1982 fue nombrado en ese mismo puesto por los militares y, después de haber sido elegido al año siguiente por el voto popular, tras el retorno de la democracia, dimitió en 1985 al perder las elecciones de medio término. El caudillo renunció a su cargo para ponerse al frente de su partido. Después fue elegido senador, pero por los votos de los diputados provinciales, como se hacía antes de la reforma de la Constitución del '94. Según Conti, "no se expuso más al voto popular. Él nos dijo que iba a ser hombre de consulta, y así fue", relata el bloquista. Bravo tenía 66 años cuando renunció a la gobernación de la provincia, un año menos de la edad que tiene Gioja hoy.

¿Qué tienen en común Gioja y Bravo? Si todo va como debe ir, Gioja podría llegar a tener ese lugar. Y Uñac podría superar la marca que dejó su antecesor, pero para eso, todos tienen que dejar la lectura individual. En definitiva, en este nuevo ciclo, Uñac puede ser mejor que Gioja, y Gioja puede ser mejor que Bravo o cualquier otro, aún hay tiempo. Por ahora, el gesto de Gioja ha sido racional, lo que es un inicio.