¿Alguien puede pensar que una persona es capaz de recorrer miles de kilómetros en búsqueda de nada?
José Luis Gioja lo hizo. En las últimas tres semanas, viajó cuatro veces a Buenos Aires: a hacer gestiones y de paso compartir palco con Grondona en el Argentina-España, al acto kirchnerista de la Boca luego famoso por el reto de Néstor a Scioli con lo de la inseguridad ("díganos quién le tiene las manos atadas", le sacudió en el escenario), a presentar su versión sobre los glaciares en el Senado el martes pasado, y luego a la presentación de una película y una feria turística. En funciones partidarias, fue a Santa Fe y trajo a Kirchner para el Congreso de Ciencia Política, y partió hace 8 días a Jujuy, donde Fellner lo coronó como virtual acompañante de Kirchner en las elecciones del año que viene. Estuvo pocas horas en casa porque volvió a salir, el sábado temprano y a Chile en la comitiva oficial que acompañó a Cristina en el bicentenario de ese país.
Suma kilometraje en la aerolínea de su futuro político. Gestos inconfundibles que apuntan a hacer cada vez más unánime la noción de que será él quien acompañe a Kirchner en la aventura electoral del año que viene.
Eso es lo que se huele dentro y fuera del oficialismo. Pero que misteriosamente, el propio involucrado -Gioja- intenta desactivar desde el discurso, aunque sólo haga falta seguirle los pasos para sacar conclusiones terminantes. ¿Por qué lo hace? En preservación de los únicos dos factores que pueden derrumbar el plan de desembarco nacional del gobernador sanjuanino: que a Kirchner se le quemen los papeles en términos electorales entrado el año que viene y haya que salir corriendo para no ser alcanzado por las llamas, o que su imagen -la de Gioja- se quede entrampada por la discusión en Buenos Aires por la minería. También juega la interna del PJ bonaerense, donde Kirchner y Scioli libran una sorda batalla por el control de un aparato que si termina fuera de la órbita del ex presidente, puede obligarlo a ubicar un vice bonaerense: el que más suena es Martín Sabatella, ex intendente de Morón. Si no ocurre nada de eso, ya en los próximos meses será tiempo de comenzar a ponerle nombre a los casilleros y la inicial G cobra cada día más cotización.
"Mi esposa me mata", cuenta en la intimidad cuando se le pregunta si le atrae la idea de salir a jugar en primera de la política nacional. Razón no le falta: a varios años de ir y venir de Buenos Aires como diputado y senador nacional, Gioja sumó otros 8 años de gobernador full life. Y ya lanzó la primera dama una señal de alerta, de esas invisibles pero de gran gravitación para los hombres políticos: "yo necesito un ", dijo en Radio Colón. Será problema del gobernador convencerla.
También repite Gioja que no es una candidatura -y aún el cargo- de vicepresidente del país, algo por lo que estaría dispuesto a matar. Y es cierto que no se trata de una invitación imposible de rechazar, y menos con la función de cuidarle las espaldas a Kirchner, o limitarse a jugar detrás suyo en el terreno que le sea asignado. Pero es la naturaleza del escorpión de la fábula, al que ayudó el sapo a cruzar el río y al que picó a mitad de camino por su condición natural.
Más allá de esas dificultades que plantea la ubicación de vice de Kirchner, hay varios factores que empujan a Gioja a hacer no sólo todos los gestos de aceptación posibles sino a operar para imponerse: uno, que hay muchos allegados cada vez más entusiasmados con este juego nacional que se abre para un grupo de sanjuaninos; dos, que si le toca no será un vice convencional como los que pasaron últimamente; tres, que le soluciona varios problemas en la provincia; y cuatro, que todo parece tan al alcance de la mano que sería un pecado no aprovechar.
Queda claro que llegado el caso, Gioja no sería un vice al estilo Scioli o Cobos, ambos sumisos al extremo. Su perfil ofrece a Kirchner un ingrediente en desuso para el kirchnerismo: se trata de un articulador político, fanático del diálogo y la perseverancia antes que la grandilocuencia y los gestos ampulosos. Y para cómo se advierte que será el próximo ciclo, será esa una contribución inestimable, especialmente en el Senado, donde se advierte que llegará un esquema político sin supremacías y que hará obligatorio el diálogo.
Todas esas ventajas tiene Gioja. Conoce el Senado como su casa, dispone de una amplia aceptación en las provincias -de donde surgen los senadores- y además de esa vocación negociadora tiene una agenda muy amplia de contactos por fuera del PJ oficial: con el duhaldismo, con el macrismo y con un sector del radicalismo.
Su otra condición para aspirar al lugar vacante con credenciales es, casi, el valor más reclamado por esos pagos: la lealtad. Ha dado muestras Gioja en los tiempos más duros que será un soldado de la causa y que todo lo que tenga de cuestionar lo hará por el canal interno y en directo con Kirchner, con quien mantiene una evidente buena sintonía personal a pesar de pensar distinto en varios pasajes.
Eso, está claro, le sube el precio. No irá Gioja a Buenos Aires a una función de dar testimonio de cómo las cosas suceden a su alrededor. Irá si le resulta atractiva la invitación, esto es un ancho de banda suficientemente generoso.
Allí es donde están centradas las expectativas de muchos sanjuaninos, ansiosos por conocer el último capítulo de la novela. Porque hay mucho interés en desembarcar en escritorios importantes de la Capital de la mano de esta posibilidad y de una manera que nunca ocurrió para el tablero político provincial.
No irá sólo ni de paseo Gioja al segundo sillón del país, si es que le toca. Por lo primero, porque hay una estructura del entorno del gobernador que suena como potable para desembarcar en espacios de poder, tal vez no de primera línea pero sí de gravitación en las decisiones. Ellos saben lo importante que esto es para la provincia. Por lo segundo, porque buscará un espacio de influencia propio. Si lo eligen con ese paquete, bien. Y si no, mala suerte.
Verdad es también que una eventual subida de nivel hasta la vice le solucionaría a Gioja varias cosas a nivel provincial. Sencillamente, por una cuestión de espacios: hoy todos se clavan los codos en la yugular por los lugares que hay disponibles, pero si se abre la puerta nacional habrá varios que preferirán ese camino y descongestionará la vía provincial. Así, con varios encaramados en la nueva alternativa, le será más fácil al gobernador armar su lista en la provincia: tendrá nuevos consuelos que ofrecer, nada despreciables.
¿Y cuántas chances hay de que este plan termine coronando? A juzgar los por gestos, muchas. Uno de ellos ocurrió ese día en La Boca en que Kirchner reunió a sus intendentes de todo el país y se encargó de dejar bien clara su voluntad del momento: invitó a Gioja como único gobernador además de Scioli y se encargó de taparlo de elogios micrófono en mano. Se sabe, Kirchner no es de elogiar a nadie.
La luz amarilla viene por el lado de su exposición por la minería. Un tema que en el epicentro del poder -Buenos Aires- luce como una llaga para Gioja y que debe trabajar para, por lo menos, frenar su crecimiento.
De aquí en más, todo lo que ocurra será parte de una negociación. En la que, tal vez, la señal de habilitar una tercera gestión en San Juan vía enmienda que se conoce hoy (página 2) funcione como la siguiente insinuación: no se me acaba la vida política si no voy de vice.
La definición será dentro de poco: un mes y medio, dos. Allí se sabrá si el plan funciona o pasa al archivo.
