Dividir para reinar es el peor de los males que un gobierno elegido por el voto de la ciudadanía puede hacer. Es una conducta contraria al bien común, tal como lo expresa el Preámbulo de la Constitución Nacional.

Mirando televisión hace unos días, me sorprendí con una estupenda y temeraria producción del periodista Nelson Castro, por TN, directamente desde el frente de batalla, en el distrito de Jersón, Ucrania. Convenientemente camuflado, con casco de guerra, a oscuras, y con las metrallas centellando desde las trincheras, Castro advertía a los televidentes que por razones de seguridad, debía transmitir a oscuras, porque una pequeña luz que encendiera, alertaría al enemigo para que apunte y tire. 

Y esa advertencia encendió en mí una idea, una analogía, que se me ocurrió muy gráfica y representativa, de algo que ocurre cotidianamente. Me refiero a la persistencia con que, no todos pero si algunos funcionarios, de corto alcance en su visión de la actividad privada, desde el atalaya de su posición de poder, persiguen a alguien que brille con luz propia, en cualquier circunstancia o lugar, para aniquilarlo. O acaso pretender todo o parte de lo suyo.

Igualar para abajo

En esta sociedad, donde se premia la ineficacia, la anarquía, el que evade las normas. Donde se castiga el mérito. En esta sociedad que iguala para abajo, se apunta diariamente a todo aquél, o aquello, que emita una luz, por más pequeña que sea, para bajarlo y colocarlo a la altura de quienes no comulgan con las ideas de libertad, progreso, el espíritu competitivo, y de superación. 

¿Qué balas usan?, les mandan la AFIP, tratan de intervenir en sus asuntos, le montan una operación de inteligencia, lo hostigan y llenan de obstáculos. Lo "carpetean” y, como tienen a su disposición ciertos medios de comunicación, descargan sobre ellos una propaganda tan nociva como intensa.

Los presentan como enemigos públicos de los pobres, de la patria, de lo nacional y popular. Que esclavizan a los trabajadores, y no les gusta verlos felices. Dijeron que por eso se oponían al feriado para cuando llegó la selección, y llegaron a decir, con motivo del mundial, que hasta operaban en contra de la selección para que no sea campeona y no haya fiesta. Tan malos son que hay que perseguirlos, hostigarlos y "mejor que apaguen la luz” si no quieren que los bajen con algunos de aquellos misiles. Elaboran épicos discursos contra el que progresa, pues supuestamente lo que tiene, es porque se lo ha quitado a los desposeídos, que ellos dicen defender. De modo que se lo pasan fomentando grietas, aún en asuntos menos serios, como ahora entre el "revolucionario” Maradona, y el "desclasado” Messi. 

Diferencias entre Nación y San Juan

Debe reconocerse que esta actitud hostil hacia quien pretende escalar, social o económicamente, es más común observar en ámbitos del gobierno nacional. En nuestra provincia, y debe ser así en otras regiones, donde los gobernantes más bien protegen la iniciativa local, se conoció hace tiempo una disposición oficial, por la cual se instruía a las distintas autoridades de aplicación para que flexibilicen las normas de habilitación de los negocios. Se fomentaría así la apertura de nuevos emprendimientos, con la consiguiente generación de empleo e incremento del producto bruto provincial. 

Discurso anacrónico

Hace unos días, Alberto Fernández volvió a criticar "la opulencia y bienestar” de la ciudad de Buenos Aires. Dijo, "en el Norte no se discute cómo ampliamos los subtes, sino quién tiene agua. Miren hasta dónde ha llegado la desigualdad”.

El Presidente, de origen porteño y que de ordinario vivía en Puerto Madero, quizás se haya visto obligado a consustanciarse con quienes habitan la miseria. Y su discurso, anacrónico, se convierte entonces en un señalamiento culposo del que progresa y no del que se quedó atrás. No tuvo empacho en amalgamarse con los santiagueños, donde hablaba, y hasta llegó a parodiar el acento riojano, en un patético intento de parecerse a ellos, y ponerse a su lado frente a la opresiva belleza de la ciudad de Buenos Aires. No lo dirían, pero esos provincianos hubiesen preferido que más bien imitaran esas políticas, tendientes a cubrir las necesidades mínimas y así tener tiempo para preocuparse por los subtes, y no por el agua. La estratagema de culpar a la ciudad porteña, la repitió esta semana en Misiones. 

Dividir para reinar

Grietas. Ricos contra pobres. Interior contra el centralismo porteño. Federales y unitarios. Pañuelos verdes contra celestes. Maradona y Messi. Al que saque la cabeza de la trinchera, por sus ganas de progresar, estudiar o trabajar, tendrá merecido pues que se la vuelen por "apátrida”. 

Los temores de Nelson Castro, en el frente de batalla, tienen luego gran similitud con los del "enemigo interno” fabricado por quienes, en el fondo, tienen un espíritu totalitario escondido. Expresan así, con cepos y prohibiciones, el temor de que el avance de los intrépidos que arriesgan, y no tienen miedo a competir, los deje expuestos en su penosa mediocridad. 

 

  • Igualar para abajo

En esta sociedad que iguala para abajo, se apunta diariamente a todo aquél, o aquello, que emita una luz, por más pequeña que sea, para bajarlo y colocarlo a la altura de quienes no comulgan con las ideas de libertad, progreso, el espíritu competitivo, y de superación. 

 

Por Orlando Navarro
Periodista