Desde el poder político se debe procurar el bienestar del pueblo partiendo del sentido de unidad nacional. La reconstrucción de un país no es labor de un partido político sino de todos. Sería un error pensar que un programa de recuperación nacional puede profundizarse sobre la base de viejas heridas y resentimientos, pero cuando las sociedades son marcadas por el desatino de las dirigencias, resulta difícil proyectar el bien común.

Para que esta realidad no impida conseguir los fines es necesaria una revolución mental especialmente en los dirigentes. Un mundo físicamente nuevo precisa un hombre mentalmente nuevo. Estas apreciaciones de valor, importantes en su justo precio, deben procurar reconstruir al hombre, reconstruirlo económica y moralmente. Quienes manejan la cosa pública deben procurar un país eficaz, moderno, obviamente idóneo, conceptos que son inherentes a un proyecto de Nación.

Las verdaderas transformaciones no son obra del azar, pues necesitan una concepción, una preparación, una ejecución y una consolidación. Su racional ejecución presupone un desenvolvimiento apropiado en el espacio y en el tiempo. Será previa una preparación humana y técnica.

Los profundos saltos evolutivos de las comunidades se conciben y preparan desde la oposición, pero sólo pueden ejercitarse desde el gobierno. Estos procesos profundos de la sana intencionalidad política requieren de etapas insoslayables. En ese marco -desde la preparación hasta la consolidación o institucionalización-, será necesaria la materia gris que contribuya a dar formas a la concepción y sirva a la conducción para elaborar la resolución estratégica que será verdadera o falsa, conforme sirvan esos aportes y conforme sean los valores intelectuales, morales y políticos que se ejerciten desde esa conducción.

Esta preparación no se logra en pocos meses y porque requiere tiempo, reviste vital importancia que los dirigentes políticos se preparen conscientemente y adviertan esta contracara de la realidad histórica, ya que cuando el ejercicio del poder se utilizó mal, estuvo en jaque sin ningún derecho, el bienestar general.

La inmediatez que determina un triunfo electoral impone una preparación técnica acabada. Pero llegar al poder para fracasar por improvisación sería preferible no llegar. De ello se infiere que si la toma del poder impone más que nada una lucha casi directa, la consecuencia de ello, el ejercicio de gobierno, necesita un estudio profundo y una planificación completa, que posibilite comenzar a realizar desde el mismo momento en que se tiene la responsabilidad de gobernar. Llegar al gobierno para comenzar recién a estudiar y preparar o improvisar es asegurar un fracaso, por lo menos inicial.

De acuerdo al trabajo que ha de realizarse se debe contar desde los primeros momentos con una organización funcional adecuada y una línea de acción bien determinada y profundamente estudiada. Esto requiere un eficiente organismo de estudio y planificación cuyos miembros deberán entender desde la lógica dinámica que no estarán allí para calentar asientos. Fijar la idea -que es lo primero-, y echar las bases de los pasos a seguir no es fácil ni puede estar en manos de cualquier improvisado elegido por la imagen o el éxito en ámbitos que nada tienen que ver con la alta disciplina aristotélica. Cierta moda argumental de la década del "90 del siglo XX -con aviesa intencionalidad más que por ignorancia-, dio un trato peyorativo al concepto ideología y doctrina, cuando desde el concepto de la primera se fijan las grandes líneas de acción, en tanto la doctrina, establece las formas de ejecución de esa ideología.

Al gobierno se llega preparado y listos para comenzar a hacer desde los primeros momentos. Las grandes transformaciones no pueden ser obra de una sola generación sino de varias. En la situación que vivimos, el prestigio y la confianza en el gobierno son en cierta medida indispensables. En última instancia, gobernar es suscitar confianza. La planificación concebida es preciso que comience a dar resultados inmediatos, porque de lo contrario comienza el desprestigio del gobierno.

Con los errores y virtudes de nuestra incipiente democracia, si bien no ha sido fácil, se ha logrado reorganizar el país y dentro de él al Estado que preconcebidamente se pretendió destruir desde las dictaduras con sus fuertes reflejos en la década del "90. Preparémonos para mejorar nuestra democracia desde los sucesivos gobiernos para corresponder a un pueblo que por tantos desatinos de las dirigencias de todo orden y nivel, ha sido eternamente quien pagó en exceso los platos rotos.

Una vieja prédica nos convenció siempre que la situación argentina era difícil, como si viviésemos en una permanente emergencia. Nada más mentiroso. La situación argentina no es tan difícil. Muchos creyeron que uno de los problemas difíciles era resolver lo económico. Se equivocaron porque no podemos tener problema económico con nuestra riqueza. El secreto está en ordenar un poco las cosas y arreglar la economía, que en la abundancia no es difícil. El camino está trazado.