Un nuevo año se acerca vestido de nostalgia y gratitud. Sin poder distinguir dónde comienza uno y termina el otro, ambos sentimientos se entremezclan y definen el color de esta fiesta. Es Año Nuevo y lo anuncian sirenas, campanas y una cuenta regresiva que invade la noche de San Juan. Pasamos de la euforia a la nostalgia sin solución de continuidad.

De repente comprendemos qué poco importan los regalos, cuando hay sillas vacías en la mesa familiar. La nostalgia entonces se vuelve inevitable recordando a los que ya no están. Hasta puede sorprendernos la emoción de "un vano intento de volver a vivir", como dirá la inspirada prosa de Jairo (Es la nostalgia, 1977). Pero también se torna imprescindible el agradecimiento por los sueños y el tiempo compartido. Al fin y al cabo, la vida es un viaje de ida que nunca hacemos solos. Siempre habrá alguien en el asiento de al lado que llega a destino antes que nosotros. 

De la nostalgia a la esperanza

Es tiempo de nostalgia. De esa añoranza o tristeza melancólica por el recuerdo de una dicha perdida. Pero también es tiempo de esperanza. Debemos dar ese paso para no quedar anclados en el pasado. La esperanza nos coloca de nuevo en el camino.

La esperanza, siendo la más pequeña de las virtudes teologales, es también la más arriesgada (Francisco, Homilía de Santa Marta, 29 de octubre de 2013). Porque la esperanza necesita humildad, paciencia, constancia y coraje. Humildad para reconocernos en espera. Paciencia para aceptar que los tiempos de Dios, no son necesariamente los nuestros y la constancia de quienes saben que van hacia un destino seguro. También requiere una gran cuota de coraje y audacia, para no desistir de la espera ni ilusionarnos con lo pasajero (I Ts 5, 6-8). No olvidemos que el ser humano es un ser que espera. La esperanza es parte de su existencia. La fe le aporta a la esperanza la confianza de que no caminamos hacia el absurdo.

Año nuevo es tiempo de renovar la esperanza. De enterrar ese hombre viejo que nos aflora cuando el pesimismo nos gana, para revestirnos de ese hombre nuevo que no escatima esfuerzo ni sacrificio en pos de su lucha cotidiana por ser cada vez más "humano", ser humano.

Reiniciando

Es año Nuevo. Tiempo de reiniciar aquellos proyectos que abandonamos a mitad de año cuando la desesperanza nos ahogaba. La desesperanza siempre nos juega en contra. Nos impide encontrar alternativas de solución a un determinado problema, sin contar que suele ir acompañada de la ausencia de una perspectiva de trascendencia. También es momento de reinventarnos en esta noble tarea de asumir nuestras culpas y pedir perdón. De forjarnos nuevas metas procurando volar cada vez más alto en nuestros proyectos personales. Es tiempo de esperanza, de creer en la magia de los sueños, de sostener grandes ideales, de los propósitos nobles y de las empresas temerarias por su audacia. 

Tener esperanza no es signo de debilidad, todo lo contrario. La persona con esperanza nunca será un pusilánime. Jorge Rojas (La vida, 2005), comparte estas ideas en una hermosa canción: "Por qué lamentas tu suerte// y te quedas en el pozo// para llegar a la orilla hay que remar otro poco//Te pone a prueba la vida//para saber si la quieres// la vida es tuya y recuerda//es sólo una y no vuelve// Si ya no ves la salida// Si el golpe ha sido muy grande// apuesta todo a la vida//Contá que el sol siempre sale".

 

Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo